En nuestra sociedad vendemos el amor como la mayor cualidad
del ser humano, aquella que nos hace merecedores del perdón por el resto de
nuestros grandes defectos: crueldad, egoísmo, violencia, y una larga lista de
etcéteras. Y por supuesto que el amor en todas sus facetas es nuestro gran
fuerte, al menos eso es lo que quiero creer. Sin embargo somos incapaces de
definirlo, o al menos de ponernos de acuerdo en lo que es, y por eso es el
concepto más abstracto, subjetivo y peligroso que existe.
Leí un artículo hace poco sobre la mítica leyenda de “El
hilo rojo del Destino”, que fue el que me inspiró para escribir estas líneas.
En él se explica que todos tenemos atado un hilo rojo invisible alrededor de
nuestro dedo meñique, que nos conecta con otra persona, nuestra alma gemela.
Que no sabremos ni dónde, ni cuándo, ni cómo, pero en algún momento nos encontraremos con esa
persona a la que nacimos conectados ¿Y cómo la reconoceremos? Y cito
textualmente “Sabrás que es ella porque tu corazón latirá con tal intensidad y
sentirás una pasión difícil de ocultar y que no habrías de tener con nadie más
antes”.
Sin lugar a dudas, este texto nos resulta muy romántico,
algo que cualquiera desea que se cumpla. Hemos sido bombardeados durante toda
nuestra vida con canciones, historias, películas y poemas al respecto. Todos
igual de vagos, todos igual de propensos a malinterpretarse.
Ahora vayamos a la historia del “Chico del tranvía de
Murcia”. Un joven al que primero se le ha tachado de romántico, y al que
inmediatamente después se le ha criminalizado hasta la saciedad, por poner en práctica
una idea que nos han estado inculcando desde siempre ¿Y si sintió su corazón
latir con intensidad? ¿Y si sintió una pasión difícil de ocultar? ¿Y si no había
sentido esto con nadie más antes? ¿Y si creyó estar unido a esa joven por un
hilo rojo? Y muchos diréis: que se le hubiera declarado en el momento. Como si
eso fuera tan sencillo. No todo el mundo tiene ese arrojo, y todos hemos
perdido ocasiones de hacer algo de las que después nos hemos arrepentido
¿Podemos culparlo por ello?
Todo el asunto de los carteles de miedo. Sí, no lo voy a
negar. Pero no hay que echarle la culpa a ese joven, sino a nuestra absurda
idea del amor romántico. Idealizamos un amor sin esfuerzo, en el que
simplemente esperamos oír una campanita al cruzarnos con esa persona y lograr
ser felices para siempre. En el fondo, todos anhelamos que sea tan sencillo. Pero
la lógica y la experiencia nos dice que el amor real es todo lo contrario. Es
aceptación. Es trabajo. Es lucha. Es confianza. Es ceder. Es perdonar. Es pedir
perdón. Es esforzarse ¡El amor es complicado!
Y hasta que no entendamos eso, vamos a encontrarnos cientos
de estas situaciones. Y nos indignaremos. Alzaremos el puño enfadados hacia los
cielos. Intentaremos linchar públicamente de forma injusta a un joven que no
tenía mala intención, y que tan solo buscaba el final de ese hilo rojo. Cuando
el problema no es de él, sino de todos.
Alejandra Maclanda Busto
"Las opiniones de todas las entradas de este blog no suponen un posicionamiento oficial de Nuevas Generaciones de Gijón sobre los distintos temas tratados, son opiniones personales del autor".
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