La polémica surgida esta semana a raíz de la campaña de Hazte Oir, protagonizada por un autobús con unas frases en la que se cuestionaba la identidad de género, ha hecho saltar las alarmas en nuestro país rápidamente y conseguido que todos los partidos con relevancia política condenen, a instancias oficiales, la operación de la organización católica en cuestión. En el caso del Partido Popular, no han sido pocos los dirigentes y militantes de base que han mostrado su rechazo, queriendo yo destacar para el desarrollo este artículo las declaraciones de Rafael Hernando, portavoz del grupo parlamentario del PP en el Congreso de los Diputados, que calificaban la campaña de "disparate", como también al mismo tiempo se alejaba de los posicionamientos de otras formaciones que hablaban de incitación al odio. Más tarde, el fiscal superior de la Comunidad de Madrid abrió diligencias para investigar lo sucedido -sin duda debido a las presiones sociales- y ha pedido al juez de turno que se inmovilice el vehículo mientras, para evitar la perpetuación de un posible delito de odio, tesis que, a parte del fiscal, comparten muchos actores políticos y sociales a medida que avanzamos hacia la izquierda en el espectro ideológico.
Esta tarde, mientras me encontraba en mi peluquería de confianza, el barbero que se ocupa de mí desde mi tierna infancia -y que conoce de sobra mi predilección por la cosa pública- no pudo evitar preguntarme por el dichoso autocar y tras un periodo de silencio le respondí, decidido: "El problema de todo esto no va ni de vulvas ni penes, sino de la libertad de expresión".
Como ya os advertí, no traje al señor Hernando a la ligera, su palabras muestran una postura lógica y equilibrada desde el punto de vista del respeto a dos derechos fundamentales en nuestro ordenamiento jurídico: la no discriminación y a libertad de expresión. Que una opinión nos parezca una barbaridad, nos ofenda, o incluso pueda afectarnos emocionalmente de forma grave, no debe ser frontera para la libertad de expresión. Si cogemos el art. 510 CP veremos que en los tres supuestos de hecho del primer apartado lo ocurrido con el autocar podría encajar en los dos primeros: Incitación al odio y su difusión a través de materiales (en este caso, fundamentalmente RRSS).
Por lo tanto unas preguntas que nos tenemos que hacer son: ¿Incita al odio el texto de ese bus? ¿Promover una campaña que esté en contra de la autodeterminación de género (que una persona, si así lo siente, decida si es hombre mujer u otra cosa, independientemente de su genitalidad) fomenta el odio contra la comunidad trans? Yo creo que la respuestas son no.
Podemos poner un símil con los autobuses ateos que dieron muchas vueltas en distintas ciudades de todo el mundo predicando que "Probablemente Dios no exista, deja de preocuparte y disfruta la vida..." ¿Incita al odio el texto de ese bus? La respuesta es la misma que en el caso anterior: No. Pese a que pueda resultar muy incómodo, insultante o una persona de una confesión determinada piense que su dignidad se ha visto comprometida.
Por último, y recogiendo todo lo anterior, está claro que este es otro caso más donde cada uno barre para su casa y todos en algún momento nos hemos podido ver comprometidos por alguna incoherencia (¿Los titiriteros, tal vez?). Si pretendemos formar parte de una sociedad de progreso, no se puede cercenar la libertad de expresión tan a la ligera: Quienes están pidiendo que se aplique el Código Penal contra los responsables de Hazte Oir están cometiendo una irresponsabilidad. Yo me subo al autobús naranja, pero no precisamente porque piense lo mismo, sino por un motivo mucho más noble y que queda fielmente reflejado en las siguientes palabras atribuidas a Voltaire, que hago mías:
“No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo.”
Javier Picazo
"Las opiniones de todas las entradas de este blog no suponen un posicionamiento oficial de Nuevas Generaciones de Gijón sobre los distintos temas tratados, son opiniones personales del autor".
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