La izquierda española ha vivido desde el 2004 hasta el
2016 un proceso de indefinición progresivo. Proceso que comienza con la primera
legislatura de Zapatero y termina con la dimisión por podemización del
Secretario General del Partido Socialista Obrero Español este mismo año. Así,
en un primer momento el Gobierno socialista se dedicó a dos cuestiones; a
saber, la ruptura de la unión nacional tratando de rescatar el manido tema de
la Guerra Civil y la preocupación por proyectos ajenos al Estado, indefinidos
en suma. Estamos pensando en la Alianza de Civilizaciones, el animalismo,
ecologismo…Cuestiones no menores, pero que no son estrictamente políticas
porque desbordan el marco del Estado, acaso por anacrónico en el tiempo de la
globalización debieron pensar.
Estos asuntos fueron tratados por un libro de Gustavo
Bueno de vital importancia para nuestros días, Zapatero y el pensamiento Alicia, donde se tritura la política de
Zapatero y se ponen en evidencia las claves para interpretar las categorías con
las que comenzaba a operar esta nueva izquierda. Bueno, en su impecable
análisis de las ideas que estaban en juego, consigue desnudar y enfocar con
total nitidez la nueva filosofía que allí se estaba ejercitando.
Hablamos, efectivamente, del krausismo que afecta sin
saberlo a los líderes de estas formaciones. Se trata de una filosofía que no es
nueva, aunque si en el contexto del siglo XXI español. El krausismo fue el
motor de la izquierda española durante la segunda mitad del siglo XIX, y parte
del XX, de la mano del Instituto Libre de Enseñanza. Con el desarrollo del
siglo XX, y gracias a un horizonte socialista a la vista, fue el marxismo el
que ocupó el lugar privilegiado en lo restante del siglo XX, especialmente
durante el franquismo donde el Partido Comunista tuvo una importancia notable.
El krausismo, que nunca llegó a desaparecer, es confundido por la pereza
intelectual propia de la socialdemocracia española con marxismo, anarquismo…de
tal manera que la ideología de esta nueva izquierda indefinida es, cuando
menos, confusa. Sin embargo, dentro de esa filosofía difusa destaca el
krausismo del que, grosso modo, vamos
a tratar de dar ciertas claves.
Los ideólogos de la nueva izquierda manejan conceptos
tales como humanidad, que se puede entender en nuestro caso como la
secularización de la idea de humanidad krausista, esto es, como la continuación
de la esencia Dios, tendiente hacia la armonía. Dicha idea supone una historia
que mantiene un progreso unidireccional y armónico entre los hombres, no hay
razas, no hay pueblos, no hay estados (Imagine
there´s no countries…)
Para salvar las diferencias entre los hombres se apuesta
por cultivar el espíritu frente al cuerpo, pues es en el ejercicio del espíritu
donde se desarrolla el pensamiento, lo más cercano a la esencia divina. El
hombre es, para la izquierda de hoy, todo pensamiento y deja de lado sus
condiciones materiales, vistas como origen de todas las corrupciones. Sin
embargo, el hombre no puede definirse desde el espíritu, es más, no podemos
hablar de una idea de hombre sin contar con sus condiciones materiales. ¿¡Dónde
ha quedado la izquierda marxista!? Además, el concepto de humanidad manejado en
el krausismo se mueve a una escala ontológica y ética que es discontinua de la
escala política, esto es, es imposible hacer política con los Derechos Humanos
al suponer éstos a un hombre que es todo abstracto en él, que no tiene
atributos materiales, que es todo espíritu. Un político ha de utilizar
conceptos, si quiere hacer política, que sean válidos a la escala de las
naciones, ciudades y estados. En el momento en que el político se sitúa en una
posición ajena a esa escala para pasar a hablar de Humanidad, Derechos Humanos,
salvar al planeta… entonces deja de hacer política y comienza a divagar. Una
divagación que podría tener algún interés, pero que no lo tiene porque parte de
presupuestos metafísicos tan extravagantes y superados que, el mero hecho de
que se financie con dinero público, es indicativo de la grave enfermedad que acusa nuestra nación.
El peligro surge de la evidencia de que no todo es
armonía, pues encuentran, desde la nueva
izquierda, la existencia efectiva de seres oscuros que suponen un riesgo para
esa armonía de todos los pueblos. Con ello logran confirmar la existencia de
seres defectuosos, que han de ser convencidos porque viven en el error. Hay
quien llega a ver, si se hace desde una posición laxa, una suerte de lucha de
clases, pero nada tiene que ver con aquélla. Más bien acusa un grado alto de
maniqueísmo, poco más comparte con el marxismo. Es habitual ver a varios
intelectuales que no aprecian las diferencias aplicando categorías ora
krausistas ora marxistas en sus análisis. Miopía profunda la de éstos, pues
mientras en Marx la Historia es un proceso dialéctico, de lucha, en Krause es
armónico, no da lugar a la lucha y si la reforma (con la educación).
En definitiva, tenemos que la nueva izquierda no hace
política, tampoco filosofía ni ética, la nueva izquierda divaga ¿A qué se
dedica, entonces, la nueva izquierda española? Muy sencillo, durante su
estancia en el poder el mal a causar será la pérdida de tiempo para España,
adormecida en el regazo, si es que vive la UE, de los euros alemanes. Mientras
tanto, y en el ejercicio de su maniqueísmo sectario, verán que hay individuos,
asociados hoy a la derecha, que bien por determinismo ontológico (la casta, los
bancos…) bien por imbecilidad (“los
viejos y los analfabetos son los que no nos votan”) van a combatir. Los
primeros son elementos a eliminar, errores de la naturaleza. Los segundos son
individuos con una lógica confundida, errada, elementos que se pueden purificar
mediante la educación.
Diremos, visto lo visto, que aquellos que aún creen que
la Nueva izquierda es todo ingenuidad han de despertar pues, aunque no hagan
política, se preocuparán de condenarnos, bien al ostracismo bien al
adoctrinamiento más severo.
Finalmente y cambiando de plano, concluimos alertando del
peligro que supone no hacer política, en tanto que dejamos pasar oportunidades
y dejamos que la Historia dé por terminado, acaso para siempre, lo que fue, es y será nuestro mérito más
sonado, el Imperio español. Supone, en conclusión, un ejercicio de
responsabilidad plantar batalla allí dónde se encuentren a los nuevos cátaros que
han venido a purificarnos.
Daniel Guardiola Corada
Madre mia...menos mal que a muchos no nos da miedo separar los pies del suelo....que triste vision del hemisferio derecho...triste derecha
ResponderEliminar