domingo, 20 de noviembre de 2016

LA BELLEZA

Me gustaría comentar una serie de reflexiones que me han surgido a raíz del debate “Arte y Política” de Nuevas Generaciones de Gijón. Muchas de estas reflexiones que ahora voy a plasmar ya las comenté en el debate, pero otras son el resultado de mi pensamiento tras escuchar la opinión de mis compañeros.

La Real Academia nos da una definición de arte en la que entra casi todo, es decir, sitúan su acepción a modo de cajón de sastre. Sin embargo, nuestro deber es ir más allá y preguntarnos qué es el arte (su ontología).

San Agustín cuando era preguntado sobre qué era el tiempo no sabía qué era, pero sí lo sabía de no ser preguntado por su significado. Lo mismo pasa con el arte. El arte, sin duda, tiene como destino la búsqueda de la belleza. Incluso se puede decir que eso mismo es el arte. Con esto llegamos al problema sobre el “SER” de la belleza.

Uno de los máximos exponentes actuales del conservadurismo es Roger Scruton quien ha logrado con certeza definir la relación entre arte, belleza, trascendencia y conservadurismo. Ya hemos relacionado las dos primeras y ahora nos toca seguir con la relación natural entre belleza y trascendencia.

La belleza nos eleva y nos enriquece como seres humanos consiguiendo, aquí en la tierra, acercarnos a lo trascendental. Por lo tanto, seremos los conservadores los más capacitados para comprender la belleza, puesto que una de las columnas de nuestro pensamiento es la creencia en un orden trascendental perdurable (R. Kirk). Los progresistas que avanzan recto, pero no hacia arriba, serán ciertamente inhábiles para sublimar la belleza, dejándolos postrados en un estado civilizado inferior.

Para terminar con estas escuetas reflexiones, desearía indicar tres problemas actuales en el ámbito de la belleza (el relativismo, la originalidad y la utilidad).

1.       El relativismo es un mal que está desangrando nuestra sociedad en múltiples aspectos. Muchos de nuestros contemporáneos consideran erróneamente que todo sirve en el mundo del arte y de la belleza, sin darse cuenta que eso únicamente nos hace entrar en un bucle de escepticismo (duda sobre qué es bello y qué es buen gusto) del que es muy difícil salir.

2.       La originalidad llevada al extremo significa una ruptura traumática con el pasado, algo muy negativo. Si de verdad queremos alcanzar el ya citado propósito del arte, tendremos que emplear todo el conocimiento pasado. Shakespeare no necesitó la originalidad para hacer “la invención de lo humano” (Harold Bloom). La búsqueda sin descanso y desasosegada de la originalidad únicamente nos conduce a la fealdad y al mal gusto.

3.       Decía Óscar Wilde, como un halago, que la belleza era inútil, pero todos sabemos que muchas veces lo inútil es lo más útil.


ALEJANDRO VEGA LÓPEZ

No hay comentarios:

Publicar un comentario