domingo, 19 de junio de 2016

Reino Unido y la Unión Europea (Un “leave” para…)

Parafraseando el magnífico libro de Miguel Herrero de Miñón (España y la Comunidad Económica Europea, un sí para…), se puede iniciar una buena comparativa entre la entrada de un país como España y la salida de un país como Reino Unido.

Resultaría cuánto menos impresionante, analizar las diferencias entre ambos países. El ejemplo claro viene dado por las condiciones de adhesión. Inglaterra se incorpora a la Comunidad Económica Europea en 1973. La Unión Europea no se formaría hasta 1993, a raíz de la fusión de la CECA, la Euratom, y la CEE. Las condiciones en que lo hizo fueron evidentes: independencia económica dentro de lo posible y acuerdos preferentes. Por otro lado tenemos a España, cuya adhesión vendría dada en 1986, tras un duro proceso negociador en el que España hizo innumerables esfuerzos. Efectivamente, España se jugaba mucho puesto en ese proceso, y, todo sea dicho, hay que agradecer que tras duros debates y ponencias, se alcanzaran acuerdos para que el gobierno de España, por aquel entonces socialista, protegiera en lo máximo posible los intereses económicos españoles. En una partida de Póquer, no podíamos retirarnos después de haberlo apostado todo a una carta.

Son estas diferencias, no sólo con España, sino con otros países miembros de la Unión Europea lo que hace que sea, para muchos conciudadanos europeos, incomprensible la sola propuesta del Referéndum. La clave reside en el posicionamiento del Reino Unido a nivel Europeo: con un pie dentro y con otro fuera. Pero no es del todo cierto, puesto que si en esta cuestión el protagonista es Reino Unido, deberíamos calificarlo del “reino desunido”. David Cameron (primer ministro del Reino Unido) gusta de abrir la “Caja de Pandora” con cierta asiduidad. Si ya tentó a la suerte con el referéndum de Escocia, este referéndum sobre la permanencia abre la puerta a muchos otros. Es aquí donde reside el problema de la “desunión”, Escocia mantiene muy buenas relaciones con la UE, y esto se puede traducir en una “segunda vuelta” del referéndum escocés. Un contexto similar se puede producir en Gibraltar, no en vano dentro de la campaña del “Remain” (permanencia) se ponía el ojo en esta zona. El “leave” (salir) no merma su campaña sabedores del fuerte descontento, ya no solo inglés, sino europeo, que existe como consecuencia de la respuesta europea a las crisis sociales.

El foco lo debemos de poner en Inglaterra, ahí reside el problema del Reino Unido. Su estrategia fue clara: mantener la libra y con un peso mayor al euro para favorecer las importaciones. Porque no se puede olvidar que el Reino Unido exporta bienes de alto valor. Ese modelo trajo notables beneficios para España y para el Reino Unido. Por la parte de los primeros, comenzaron a llegar turistas con un mayor poder adquisitivo lo que permitió desarrollar el sector servicios de una manera increíble. Por la parte de los segundos, la movilidad que ofrecía la UE permitía a sus ciudadanos moverse de una forma más sencilla por sus territorios, gozar del Mediterráneo y permitir que muchos de ellos permanecieran entre esos países.  Pero Inglaterra quería seguir gozando de mayor independencia, y ese sentimiento (casi “nacionalsocialista” diría Hayek) se potenció durante la crisis económica que barrió la UE, con especial interés la Eurozona. Inglaterra se negaba, evidentemente, a seguir financiando las andaduras de ciertos países que se negaban a hacer cambios estructurales en sus economías. Inglaterra no puede seguir regañando con una mano, y ofreciendo con la otra.

Y con este contexto, llegamos al referéndum. ¿Es necesario? Para Cameron sí, se juega su futuro. Su figura se ha debilitado enormemente dentro del Partido Conservador (pese a haber mantenido el gobierno contra todo pronóstico), precisamente por su figura “proeuropea”. Históricamente siempre hubo partidos que se nutrían de canalizar ese sentimiento antieuropeo, como el UKIP dirigido por Nigel Farage (recomiendo escuchar sus intervenciones en el Europarlamento para entender las motivaciones de un político firmemente convencido y nacionalista dentro de Europa). Pero ahora cualquiera puede sacarle partido a ese sentimiento, es el caso de Boris Johnson. Exalcalde londinense y miembro del Partido Conservador, que lleva meses dinamitando la imagen de Cameron. Es una lucha de titanes, pero en juego hay demasiados países.

Lo importante, quitando los juegos políticos sobre poder, son las consecuencias económicas. Los economistas coinciden en los negativos efectos a corto plazo. A largo plazo siempre es difícil predecir tendencias y los planteamientos pueden diferir. ¿Qué nos podemos encontrar a corto plazo? Una caída de la libra, que no podría evitar el Banco de Inglaterra pese a sus esfuerzos en los últimos años. Por otro lado, Inglaterra dejaría de importar trabajadores cualificados para sectores críticos de su economía. Y también tendrían consecuencias negativas para la Unión Europea, con especial interés para España. Dos sectores de nuestra economía están especialmente atentos al 23J: el sector bancario y el sector de servicios. La banca española tiene una firme participación en el sector bancario inglés, y muchos de nuestros bancos acaban de realizar fuertes inversiones en el país. Por otro lado nuestro sector servicios se puede resentir de una país cuyos habitantes comienzan a perder poder adquisitivo como consecuencia de la devaluación de su moneda. ¿Les parece poco? Pueden añadirle si quieren el contexto de una economía mundial ralentizada durante estos años y que amenaza con otra recesión para los años 2016 y 2017. 

Como ya decía previamente, Cameron ha vuelto a abrir la Caja de Pandora y como siempre, en el momento oportuno (elecciones en muchos países con fuertes vínculos comerciales con Inglaterra, auge de los nacionalismos extremistas, amenaza terrorista, crisis humanitaria,…). Con todo este panorama, el resto de ciudadanos europeos sólo podemos confiar en que el votante inglés se haga la siguiente pregunta el 23J: ¿De verdad nos conviene el “leave”?

Borja Pérez Díaz


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