lunes, 30 de mayo de 2016

El feminismo moderno y otras formas de denigrar a la mujer


Sé que el feminismo es la doctrina y movimiento social que pide para la mujer el reconocimiento de unas capacidades y unos derechos, que tradicionalmente han estado reservados para los hombres. No obstante, considero que esta definición ya no se ajusta a la realidad, pues como todos sabemos el significado de las palabras evoluciona junto con la sociedad, y este término, en mi humilde opinión, lo ha hecho hacia peor.

Lo primero que debo resaltar es que vivo en una sociedad occidental, y esto marca diametralmente mi visión sobre el logro alcanzado en la igualdad de facto entre el hombre y la mujer. Hoy mismo he leído una noticia, que me ha inspirado para escribir este artículo de opinión, en la cual se decía que un grupo de científicos árabes admitía que la mujer era un mamífero no humano. Una noticia degradante, humillante, anacrónica y deleznable. Y aunque parezca mentira, quienes luchan por los derechos de la mujer en el mundo árabe se sentían felices por este avance, algo absurdo cuando te lo planteas desde nuestro punto de vista, pero perturbadoramente razonable al leer su explicación, y cito textualmente a Jillian Birch, portavoz de Amnistía Internacional: "Si antes las mujeres tenían los mismos derechos que una silla o una mesa y eran vistas más como propiedad individual, que ahora tengan un rango equivalente al de algunas especies animales, significa que deben recibir por lo menos alimentación, y un mínimo de atención y respeto, lo cual no era el caso anteriormente". Por suerte, yo nací en otra sociedad, y gracias a eso puedo estar aquí plasmando mi opinión libremente.

Debo continuar diciendo que hasta no hace muchos años yo me consideraba una feminista acérrima ¿Pero cómo no iba a serlo? Las mujeres que así se hacían llamar eran unas valientes que se jugaron su reputación, su libertad e incluso su propia vida, para lograr los derechos y libertades que hoy en día damos por supuestos. El derecho a ser iguales el hombre y la mujer ante la ley, a estudiar lo que deseemos, a decidir si queremos o no crear una familia, a poder votar, a poder llevar pantalones… cosas que a día de hoy nos parecen absurdas pero que hasta no hace mucho eran una realidad.

Me siento orgullosa de mujeres como las de la Generación del 27, también conocidas como “las sinsombrero”. Pintoras, poetisas, novelistas, ilustradoras, escultoras y pensadoras, que en la España de los años 20 y 30 desafiaron con su arte las normas sociales y culturales. Mujeres que por su activismo fueron relegadas al lugar más remoto de nuestra historia, y de las que sabemos muy poco en comparación con sus homónimos masculinos, cuando desde luego no es menor el valor de su obra. Aunque por suerte, este castigo al olvido poco a poco se va disipando.

Yo crecí con esta maravillosa idea de feminismo. Mis padres me criaron así, demostrándome día a día que yo era exactamente igual a un hombre, y que por tanto merecía las mismas oportunidades (las mismas y no más). Pude elegir con qué juguetes jugar, qué películas ver, qué deportes practicar, qué amigos hacer y qué carrera estudiar. Sin límites y sin ser estigmatizada por mi elección, solo me encontré con los obstáculos que cualquier persona, independientemente de su sexo pudiera tener. Lógicamente, siempre te tropiezas con algún ser surgido de la más oscura caverna, que tiene algo que decir al respecto, pero sinceramente, siempre me parecieron tan carentes de valor sus “argumentos” que ni siquiera me sentí ofendida.

Pero me avergüenzan esas que en estos últimos años se hacen llamar feministas. Esas que pretenden reivindicar más derechos que los que nos corresponden. Que pretenden que el hombre sea castigado por sus injusticias hacia la mujer, sometiéndolo al mismo yugo que a nosotras tanto nos costó quitarnos. Están convirtiendo lo que era una guerra que debíamos luchar y ganar por el bien de toda la sociedad, en una perversa venganza. Y por eso reniego de las que se hacen llamar feministas en la actualidad, reniego del feminismo moderno, pero no del pasado. Porque el feminismo moderno, en realidad es hembrismo disfrazado, y me parece repugnante manchar la memoria de la grandes feministas de nuestra historia de la forma que se está haciendo actualmente.

Nos hacen ver como seres débiles que necesitan ser protegidas por la ley y por las instituciones en todo momento. Parece que  no somos capaces de valernos de nuestros propios méritos. Exigimos cuotas, mejores condiciones y beneficios por el simple hecho de ser mujeres, y eso es muy razonable cuando hay una desigualdad estructural entre ambos géneros, pero el problema surge cuando lo exigimos incluso en entornos en los que partimos de una situación de igualdad. Y eso no es feminismo.


Yo no soy inferior a ningún hombre. Yo no necesito ayuda para lograr mis metas. No necesito que nadie me abra puertas a costa de cerrárselas a un hombre, porque yo soy tan capaz de abrírmelas sola como lo es él, y quien me diga lo contrario, sí que es un machista.

Alejandra Maclanda

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