R. Kirk es uno de los
pensadores políticos más influyentes de los últimos años. Su forma de entender
la política y su pensamiento en general fueron fundamentales para gobiernos tan
necesarios como el de Reagan en la década de los ochenta del pasado siglo.
Kirk nos habla de algo que
podríamos denominar, entendiéndolo bien, “sistema del amor”. Este sistema surge
de intentar conocer el objeto de la vida humana, es decir, de buscar la
respuesta a la pregunta: “¿Cuál es el objeto de la vida humana?” En este
supuesto nos centramos en el análisis del fin, no del “camino” (evitamos en
estos momentos la confrontación propia del medio utilizado). La respuesta puede
ser, en su obra se explica detalladamente, “el fin de la vida es el amor (incluyendo
sentimientos similares)”, por lo que también lo tiene que ser de la política.
Cuando el amor gobierna la
sociedad (entendida como ese conjunto de individuos organizados en familias, en
referencia a la famosa frase de M. Thatcher) será justa y ordenada. Mientras
que la existencia del caos y otras caóticas formas (tiranía…) serán fruto de la
corrupción del amor.
El amor armoniza y conserva
las estructuras propias de la humanidad. Este sentimiento es fundamental para
nuestra existencia, justificándola y valorándola y nos permite ser mejores en
lo personal y en lo político.
Algo básico para su correcto
funcionamiento es la libertad ya que la existencia del amor, como sistema y en
sus múltiples formas, debe ser libre. No obstante, su otra cara es el aumento
de la responsabilidad que deben asumir los individuos (se debe evitar decir:
“yo no lo hago, lo tiene o debe hacer el gobierno”).
Puede parecer muy filosófico
y teórico, pero es realista y práctico. Como decía el propio Kirk y otros
pensadores: “La política es el arte de lo posible”.
ALEJANDRO VEGA LÓPEZ.
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