El pasado lunes conocimos
a media mañana el anuncio de la noticia de la abdicación de Su
Majestad el Rey Don Juan Carlos. Pese a que ciertos grupúsculos
radicales y algunos oportunistas aprovecharon para soltar sus
soflamas, lo que de verdad nos encontramos es otro paso más de
nuestra monarquía, en pos de ser de las más avanzadas de Europa.
Mucho tiempo ha pasado, y
muchos cambios se han hecho en la institución desde la época de don
Pelayo en que los Reyes, o más bien caudillos militares, eran
aclamados o alzados, literalmente, al trono por parte de la nobleza
militar de los distintos reinos. Poco a poco se fueron afianzando
sistemas más tradicionales de sucesión, desde que heredara uno de
los hijos del Rey difunto, o la división del Reino entre varios, al
afianzamiento de la primogenitura. De que las mujeres no pudieran
heredar a que pudieran, volvieran a no poder y finalmente se les
recuperara el derecho. De que los Reyes, como decía antes, fueran
meros caudillos militares a que fueran acumulando más y más poder,
para más tarde ir perdiéndolo en favor de las instituciones y las
constituciones.
La abdicación de Don
Juan Carlos es un paso más en la modernización de nuestra
monarquía, lejos quedan los tiempos de nobles, cortesanos e intrigas
palaciegas que se vivieron en la España de su abuelo, el Rey Alfonso
XIII. Don Juan Carlos, que llegó al trono a finales del año 1975,
surgió como un Rey con poder para reinar y para gobernar, y al que
sus enemigos le apodaban “el breve”. Fue un Rey que desde el
primer momento supo que su destino en la historia era ser el Rey que
renunciara a su potestad para gobernar para devolvérsela al pueblo
español, y para ello el joven Rey se valió de otra joven figura
política, la del recientemente fallecido Adolfo Suárez.
Juntos supieron acabar
desde la más amplia responsabilidad, y con lealtad al pueblo
español, con los últimos resquicios del anterior régimen que
languidecía sin remedio. Es más, ya una vez retirado Suárez y en
el terrible momento vivido el 23 de Febrero de 1981, con firmeza y
dedicación consiguió deshacerse del apodo antes mencionado,
oponiéndose con rotundidad a un golpe de estado fallido que
pretendía robarles tanto a los españoles como a él su destino, que
todos los españoles volviéramos a vivir como una sola nación, y
olvidando las rencillas del pasado.
Durante los casi 40 años
de reinado de Don Juan Carlos nuestra monarquía ha ido
actualizándose día a día desde el respeto a la tradición de la
que desciende, una nueva monarquía más visible, más cercana, más
campechana, alejada dentro de lo posible de los antiguos clichés y
de los aduladores cortesanos que siempre le acompañaron. Acercándose
a los ciudadanos, e incluso saliendo de entre ellos las personas con
las que sus hijos decidieron compartir sus vidas y crear sus propias
familias.
Es cierto que todo esto
no ha conllevado siempre momentos positivos. Ha habido errores
personales o no tan personales, también que algunos de estos hijos
políticos, e incluso una de sus hijas, no han sabido estar a la
altura que las circunstancias y su estatus les exigían, y que
llevaron al Rey a tomar decisiones que enfrentaban su posición de
Jefe del Estado con la de cabeza de familia y que, es posible, no
supiera sortear al cien por ciento.
Pero también es cierto
que deja al heredero más preparado de Europa, un Rey en el que
podemos confiar desde el primer momento, que ha sabido dentro de la
seriedad ser más cercano a sus ciudadanos que su padre, un Rey que
se mezcla entre los suyos, y al que no le tembló la mano cuando tuvo
que hacer frente a esos problemas familiares con los que a su padre
le costó más pronunciarse. Un Rey con una importante formación
tanto militar, en todas las armas, como académica: es licenciado en
Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid y tiene un Máster en
Relaciones Internacionales por la célebre Universidad de Georgetown.
Además, domina a la perfección el inglés y el francés, como todos
pudimos corroborar en su brillante exposición en la defensa de la
candidatura olímpica de Madrid 2020.
Un Rey al que las
personas que lo conocen califican como cercano, muy inteligente y
reflexivo, y sobre todo buena persona, cualidades que son siempre
importantes. Junto a los talentos previamente mencionados, para ser
un buen Jefe de Estado, y en especial para ser el Rey de todos los
Españoles, y para desempeñar en la perfección su labor de
representación de todos nosotros ya sean su función de arbitraje en
nuestro país, o de representación en los viajes al extranjero o en
la recepción delegaciones internacionales.
Me vais a permitir acabar
este artículo citando las palabras de Don Juan de Borbón al
transmitir sus derechos dinásticos a su hijo, el ya por entonces Rey
Juan Carlos: <<Majestad, ¡Por España, Todo por España! ¡Viva
España! ¡Viva el Rey!>>.
JOSÉ MARÍA AGUIRRE GARCÍA DE LA NOCEDA, VICESECRETARIO DE ACCIÓN POLÍTICA DE NUEVAS GENERACIONES DEL PARTIDO POPULAR DE GIJÓN
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