Será por su creencia en la lucha de clases. O por su afán por posar para la Historia con gesto romántico. O por su tendencia a expresar su rencor a través de la agresividad. Pero lo cierto es que la Izquierda define su acción política como una lucha.
Sobran los ejemplos: el eslogan del PSOE en las generales de 2011 fue"Pelea por lo que quieres"; el lema del 1 de mayo de 2013 fue "Lucha por tus derechos"; EH Bildu hizo campaña en las recientes elecciones europeas pidiendo un voto "de lucha"; y Pablo Iglesias considera la Historia una lucha de los de "abajo" contra los de "arriba" movida por el miedo.
La lucha, para la Izquierda, es siempre la lucha de un grupo. Un grupo con dirigentes (los políticos) y dirigidos (las masas). En consecuencia, el ciudadano se convierte en un soldado, en un mandado. Su voluntad individual se supedita a la del grupo tal y como la definen sus líderes. Y los líderes siempre exigen unidad, es decir, acatamiento de sus órdenes.
Esta lucha se basa en una gran mentira. La mentira según la cual el progreso depende de la preponderancia del grupo sobre la persona. No progresan las personas sino los grupos. De hecho, el progreso individual es nocivo para el grupo, puesto que genera desigualdad.
Todo esto lleva a que la lucha no sea un medio sino un fin. El verdadero objetivo no es tanto el progreso de las personas cuanto su unidad, es decir, su control y su sometimiento. La lucha es el pretexto para sojuzgar al grupo.
La misma inversión de valores lleva a que quemar contenedores, agredir a policías o romper mobiliario urbano se conviertan en actos heroicos.Romper es construir, restar es sumar, atacar es defenderse,violentar es poner en evidencia la violencia ajena. Uno de los portavoces de Can Vies que ha sometido la voluntad del Ayuntamiento de Barcelonase hace llamar Pau (Paz) Guerra. Según él, "Can Vies no es un centro cívico, es un espacio de lucha".
Frente a esta lucha de pacotilla, hay que recordar cuál es la verdadera lucha. La lucha que hace progresar al mundo es la personal, la del día a día, la que no está dirigida por políticos.
Luchar es madrugar para ir a un trabajo que se odia. Luchar es levantar la persiana del negocio que se quiere. Luchar es ir a otra entrevista de trabajo. Luchar es atender a otro cliente o ciudadano. Luchar es presentarse a un examen que se teme. Luchar es enviar el currículum a otra empresa. Luchar es arriesgarse a empezar de cero. Luchar es saber que el derecho de uno es la obligación de otro. Luchar es sufrir por defender la vida y la propiedad de los demás. Luchar es no gastar hoy para tener mañana. Luchar es decir la verdad cuando duele. Luchar es aceptar que se tienen obligaciones y esforzarse por cumplirlas. Luchar es saber que nada es gratis. Luchar es aceptar que el progreso depende de lo que se consigue y no de lo que se recibe. Luchar es elegir entre varias alternativas sabiendo que ninguna es perfecta. Luchar es cuidar de tu familia y educar a tus hijos. Luchar es renunciar a hacer lo que te apetece para hacer lo que debes. Luchar es arriesgarse a fracasar. Luchar es asumir que el Estado sólo puede dar a uno lo que le ha quitado a otro. Luchar es cultivar la felicidad propia y no envidiar la felicidad ajena. Luchar es levantarse después de caer.
Luchar, en suma, es todo aquello que la Izquierda quiere evitar que se haga en nombre de su lucha.
PERCIVAL MANGLANO, LIBERTADDIGITAL.COM
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