martes, 26 de noviembre de 2013

Una enfermedad moral

EL pasado 11 de septiembre un grupo de quince facinerosos, que se declaraban de extrema derecha, asaltó el local de Blanquerna, la librería que la Generalitat de Cataluña tiene en Madrid, tiró algunas estanterías, esparció con sprays unos gases picantes y zarandeó a algunos de los que allí se habían reunido para conmemorar la Diada. Esa misma tarde se produjeron las primeras declaraciones de condena por parte de todos los grupos políticos y de las autoridades del Estado, con el presidente del Congreso a la cabeza. Al día siguiente ya estaban detenidos doce de los asaltantes, cuyos nombres salieron publicados en toda la prensa nacional, y la Policía no ha parado hasta que a mediados de octubre consiguió detener al último del grupo que faltaba por ser puesto a disposición del juez.
Muy bien hecho por parte de todos: las autoridades, la Policía y los medios de comunicación, que dieron cumplida información del incidente y de la personalidad de los asaltantes, a los que calificaron de inequívocamente fascistas.
El pasado día 20 de noviembre un grupo de unos 150 facinerosos, que se declaraban de extrema izquierda, asaltó la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, se dirigió a los locales de la Asociación Foro Universitario Francisco de Vitoria, apaleó a algunos de sus miembros (hay cinco heridos que tuvieron que pasar por el hospital), arrasó con el mobiliario y se marchó. Veinticuatro horas después no se había producido ninguna detención, pese a que los asaltantes abiertamente decían pertenecer a las Juventudes Libertarias, el Congreso no había sido capaz de redactar una declaración de condena, y el Partido Popular de Madrid se había quedado solo en la Asamblea de Madrid en su intento de conseguir que todas las fuerzas políticas madrileñas condenasen el acto. Y los medios de comunicación, que, en el caso de Blanquerna con toda celeridad habían identificado a los asaltantes como fascistas, no hacían especial hincapié en la ideología de los asaltantes de la Facultad de Derecho, y, por el contrario, sí dejaban caer que esa Asociación Francisco de Vitoria era de ideología muy de derechas.
No hace falta que insista en todos los detalles que distinguen la reacción política, social y mediática en un caso y en el otro. Pero sí que sería bueno reflexionar sobre esta especie de enfermedad moral que sufre la sociedad española. Una enfermedad moral que hace caer todo el peso de la ley, toda la acción de la Policía y todo el desprecio de los medios de comunicación cuando el delincuente puede ser etiquetado como de extrema derecha, y que siempre busca excusas o atenuantes cuando el delincuente se refugia detrás de alguna etiqueta más o menos izquierdista.
Esta enfermedad moral, que tiende a ser mucho más condescendiente con los delincuentes si se escudan en alguna ideología izquierdista, es una enfermedad muy grave, y está muy presente en nuestra sociedad. Y si dudan de lo que les digo, prueben a meter en Google «asalto a la Facultad de Derecho» y verán que la mayoría de los resultados que van a encontrar se refieren a asaltos que tuvieron lugar hace más de treinta años por parte de grupos ultraderechistas, y casi ninguno se refiere al que los izquierdistas han protagonizado la semana pasada. Señal inequívoca del poco lugar que ese asalto ha tenido en los medios de comunicación.
Esa enfermedad moral tiene mucho que ver con la habilidad que han tenido los responsables del agit-prop (agitación y propaganda en el argot comunista desde los años de la revolución bolchevique) izquierdista a la hora de inculcar en las sociedades occidentales la conciencia de superioridad moral de la izquierda, que se manifiesta, además, en una constante mala conciencia de la derecha.
Solo así se entiende, y es otro ejemplo, que los socialistas españoles califiquen hoy de inhumanas las cuchillas de las alambradas en la frontera de Melilla, y que esos mismos socialistas hayan sido los que las encargaron en 2006 cuando estaban en el Gobierno. No tienen la menor vergüenza en acusar a los adversarios de lo que ellos han hecho, convencidos de que, digan lo que digan o hagan lo que hagan, siempre van a tener medios de comunicación que, sin complejos, les den la razón.
España tiene que curarse de esa enfermedad moral, sus políticos tienen que criticar por igual a los violentos y a los antisistema, sean de la ideología que sean, y sus medios de comunicación tienen que defender la libertad de todos los que la atacan, sean de derechas o de izquierdas.
Nos queda la esperanza de que al menos la Policía ponga a disposición judicial, si no a los 150 asaltantes de la Facultad de Derecho, sí a los más significados, y de que algún otro grupo político exprese su solidaridad y su apoyo a las víctimas de ese ataque.
Y, por supuesto, queremos creer que estos ataques no serán el principio de una ola de desórdenes en la calle como la que conocimos después de lo del Prestige, aquella que llevó a un diputado socialista madrileño a declarar que, si hacía falta para derrotar a la derecha, hundirían otro.
ESPERANZA AGUIRRE, PRESIDENTA DEL PARTIDO POPULAR DE MADRID

No hay comentarios:

Publicar un comentario