jueves, 9 de mayo de 2013

Rendirse no es una opción

Que la política pase por horas bajas porque no está siendo capaz de articular una solución lo suficientemente rápida para la enorme necesidad generada por la crisis no quiere decir que no debamos seguir luchando sin caer en el desaliento, ni en falsas promesas y optimismos baratos como los que nos trajeron hasta aquí. Porque más allá de lo fácil que es decir ese «no lo hacéis bien, por eso todavía no salimos», a mí me da por pensar: «Que tan hundidos estábamos que a pesar de todo el trabajo, el esfuerzo y los sacrificios de tantos aún no hemos sido capaces de salir».

Y es que la prisa y la necesidad no pueden ser el dedo que tape el sol. Una crisis como ésta no se resuelve en un año, porque responde a ocho de profunda y sostenida «zapa» socialista que nos dejó de puntillas sobre un pozo apenas cubierto por un frágil entramado de cristal que resiste inestable el peso de nuestros pasos. Yo a veces siento como si cada día todo el esfuerzo y el sacrificio se nos fueran en macizar la tierra de ese oscuro agujero, pero sé que hay que poner las bases, aunque no luzcan lo que supone. Por eso a quienes me preguntan a diario sí saldremos, les respondo con certeza furibunda que sí. Que los problemas complejos, como los pozos profundos, no se colmatan fácilmente, pero cuando lo hacen el suelo queda macizo, lo puedes pisar con fuerza y, sobre él, alzarte por fin sobre tus pies y avanzar con seguridad renovada.



Enfadados o no, sabemos bien que cuando Rajoy llegó al Gobierno, el país estaba casi en bancarrota, los ingresos escaseaban y el sistema financiero estaba ahogado. Europa amenazaba con «ofrecer» un rescate si no se reducía el déficit, que había resultado ser muy superior al admitido por el Gobierno saliente. Las administraciones tenían problemas de liquidez que, a su vez, colapsaban a sus proveedores, el paro galopaba desenfrenado, la balanza comercial estaba desequilibrada y nuestra competitividad, seriamente en entredicho. Por eso, hubo que enfrentar sin titubeos una serie de medidas de urgencia que, a pesar de las protestas elevadas a la enésima potencia de quienes no saben gobernar pero sí tomar la calle, empiezan a dar su fruto, alejando el tan temido rescate que vamos viendo remojar en barbas vecinas.

Y sí, ha sido un año muy difícil, plagado de decisiones y medidas duras, que para colmo no nos permiten aún vislumbrar esa recuperación que ansiamos, pero lo cierto es que las cosas han cambiado. Es verdad que el paro se resiste a bajar, pero los datos muestran que mes a mes se frena respecto al del año anterior, y llegará ese momento que todos deseamos en que, uno a uno, esos más de seis millones de personas sin empleo volverán a trabajar. Porque hemos reducido el déficit y eso no es sólo un buen titular, sino algo que nos permitirá solidificar el terreno que pisamos. No hace ni un año la prima de riesgo llegó a 640 puntos y pagábamos el bono a diez años al 7,62 por ciento. Hoy la prima está en 280 y el tipo de interés, al 4%. Han crecido las inversiones extranjeras y crecen nuestras exportaciones, poniendo la balanza comercial en superávit. Hemos corregido la pérdida de competitividad que nos lastraba, condición necesaria para reducir en un futuro la tasa de desempleo con una creación de empleo real y sólida. Y por primera vez desde 1998 no necesitamos financiación exterior. Hemos estabilizado, ahora toca crecer.

De modo que cuando me preguntan si me preocupa el desafecto que muestran las encuestas y la calle, sólo puedo decir que sí, que me preocupa y me duele, como a todos los que confiamos y respaldamos a este Gobierno y sus decisiones. Pero que me preocupe o me duela no quiere decir que me tiente lo más mínimo desear que a lo largo de este año mi Presidente hubiera cedido a la presión y se hubiera desviado siquiera una coma de su objetivo y su compromiso poniendo en peligro el futuro de todos por un punto más en una encuesta. De hecho, ver que no cedió, haber comprobado su seriedad y su temple diarios es lo que me da la certeza de que con él saldremos.

LAURA SAMPEDRO, SENADORA DEL PARTIDO POPULAR POR ASTURIAS

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