Según el diccionario de la lengua española, en su quinta acepción, equidad significa “disposición del ánimo que mueve a dar a cada uno lo que merece”.
A todos se nos llena la boca hablando de la igualdad. Pero, ¿por qué tenemos que igualar realidades que de partida son muy distintas? ¿No será mejor analizar cada situación por separado y darle una respuesta concreta en función de lo que demande para alcanzar, eso sí, el objetivo final que es la igualdad?
Yo me eduqué en un colegio femenino concertado de Barakaldo y, como soy del 83, tuve la suerte de estudiar varios cursos de EGB. Pero, cuando entró en vigor una de las reformas educativas del PSOE, nos tocó irremediablemente incorporarnos a un segundo curso de la ESO para el que –recuerdo perfectamente- no teníamos ni libros cuando empezó el año académico en septiembre de 1996. Hasta entonces, en los exámenes podías, por ejemplo, sacar un 8,75 y tu compañera imaginemos que un 7, es decir, quedaba claro que tu examen había sido indiscutiblemente mejor pues le aventajabas en casi dos puntos. A partir del 96, daba igual que tú estuvieses a una décima del sobresaliente y que tu compañera se hubiese quedado una décima por encima del suficiente, ambas tendríamos en el boletín de notas la misma palabra: notable.
¿Por qué igualarnos a todos cuando, afortunadamente, todos somos diferentes? ¿Por qué nos cuesta tanto asimilar que ni todos tenemos el mismo coeficiente intelectual, ni todos tenemos las mismas aptitudes, ni todos ponemos el mismo empeño en lograr las cosas que nos proponemos? ¿Por qué no reconocemos el esfuerzo y el mérito de cada uno? ¿Por qué dejar de premiar la excelencia? ¿Qué hay de malo en que cada uno destaque en lo que es bueno?
Cuando yo estaba en el colegio, unas eran estupendas en matemáticas, otras leían de maravilla, a algunas se les daban muy bien los idiomas, otras formulaban a velocidad de vértigo, otras elaboraban circuitos perfectos… ¿Y por qué vino la ESO a igualarnos a todas? ¿Por qué se presentó de esa manera y nos desmotivó a todas? ¿Por qué el PSOE nos negó a nosotras, les ha estado negando a las generaciones siguientes y sigue negándoles a las actuales la posibilidad de destacar?
Los que venimos de familias normales (entiéndase por “normales” a las clases medias y bajas, o sea, a la inmensa mayoría de los mortales), solo tenemos la vía de la educación para igualarnos a los que parten con una ventaja de origen: el dinero. Todo lo que seamos en el futuro dependerá de la educación que el Estado nos ofrezca, así como de la que recibamos en el seno de nuestras familias. Partiremos de situaciones distintas, pero si la educación pública es de calidad llegaremos el día de mañana a alcanzar una verdadera igualdad de oportunidades.
De cómo nos preparen los colegios públicos o concertados, los institutos y las universidades públicas, dependerá nuestra capacidad para mirar de igual a igual a todos aquellos que pueden permitirse ir a colegios de élite y formarse en universidades de renombre. Y, ahora mismo, tenemos un sistema educativo incapaz de garantizarnos eso. Deberían avergonzarnos las valoraciones que de nuestro modelo hacen organismos internacionales como la OCDE, a través de su archiconocido Informe Pisa.
Dice D. Enrique Rojas, catedrático de psiquiatría, que “educar es convertir a alguien en persona”. De ahí la trascendencia que tiene, en mi opinión, que la formación que recibamos por parte del Estado sea de calidad. Tengo confianza en el criterio actual que mantiene el Ministro de Educación, el Sr. Wert. Confío en que a partir de ahora a todos los españoles se nos oferte desde el Estado una educación con la misma calidad independientemente de la Comunidad Autónoma donde hayamos nacido. Espero que el personal que se dedique a la enseñanza pública sea seleccionado entre los mejores, que se prime su excelencia y que se les permita hacer valer su autoridad en las aulas. Y, por último, deseo que sea una educación equitativa, que a cada uno de los estudiantes se le valore en función de sus capacidades, de lo que uno esté dispuesto a dar de sí mismo, que sea capaz de motivar al alumnado y que se vuelva a valorar el esfuerzo y el mérito de cada individuo.
ZOE IRATXE NUBLA, SECRETARIA NACIONAL DE EMPLEO DE NUEVAS GENERACIONES ESPAÑA
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