Ayer fue un día triste
para nuestra ciudad, y para todos los sportinguistas, y lo fue desde
primera hora de la mañana, al enterarnos del fallecimiento del que
hasta hace unos meses fue el entrenador del Sporting Manolo Preciado
Rebolledo.
Este santanderino de
nacimiento, y gijonés de corazón, estuvo toda su vida ligada al
fútbol, primero como jugador, donde jugó en primera con su Racing,
y luego como entrenador, llegó a un Gijón futbolísticamente
cabizbajo y que había perdido la ilusión tras 8 años en el
infierno y una salida del mismo que no se veía en el horizonte.
Llegó para cambiarlo
todo, un hombre a una sonrisa pegado, un hombre campechano, un hombre
optimista pese a que la vida le había sido esquiva en lo personal, y
llegó con un mensaje claro “No soy un suicida, llego al Sporting a
trasmitir ilusión”, y vaya si lo consiguió, despertó otra vez al
Gijón más puro y sentido, hizo recuperar la alegría a sus
ciudadanos, volvió a vestir a sus niños con la rojiblanca y llevó
el orgullo a sus calles, y lo más importante de todo devolvió al
Sporting al lugar de donde nunca debió salir, la Primera División.
Fueron cinco años con
altibajos, muchas alegrías y también malos momentos, hace unos
meses acabó su periplo en el Sporting debido a los malos resultados,
y lo hizo declarando que “Seré del Sporting hasta el día de mi
muerte”, acaecida demasiado pronto. Ayer los aficionados, más de
2.000 según las crónicas, incluida una representación de Nuevas
Generaciones del Partido Popular de Gijón nos juntamos frente a la
puerta 0 del Estado de El Molinón para devolverle una parte de lo
que nos dio. Allí estábamos grandes y mayores, exjugadores de todas
las épocas como Cote, Redondo, Jiménez o Quini, y todo para
despedir a un gran hombre que nos ha dejado demasiado pronto.
El Gijón futbolístico
hoy está triste, no porque se muriera un gran hombre o un héroe del
ansiado ascenso, que también. Está triste porque se va una persona
que en seis años consiguió ganarse el cariño de una ciudad, de una
afición y convertirse en una leyenda. Y aunque las leyendas nunca
mueren, dejan un hueco difícil de llenar, una pérdida que duele más
que la vuelta a los infiernos.
¡Hasta Siempre Manolo!
¡Descanse en Paz!
JOSÉ MARÍA AGUIRRE
GARCÍA DE LA NOCEDA, VICESECRETARIO DE ORGANIZACIÓN DE NUEVAS
GENERACIONES DEL PP DE GIJÓN.
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