viernes, 7 de octubre de 2011

Gracias

Después de Cristóbal Colón, sin duda el empresario más destacado de todos los tiempos, bien podría situarse a Steve Jobs en ese ranking del emprendimiento, porque desde la nada de un garaje y apenas un solo socio pasó a capitanear la empresa más valiosa del planeta.

Y no sólo eso, no sólo creó la primera firma en Bolsa, sino que protagonizó un cambio radical en la forma de comunicarse las personas, luego de trabajar, producir, divertirse...

Un empresario es un señor que encabeza un grupo de personas, administra unos recursos y sirve a la sociedad. Todo en un marco de libre competencia, como es el caso que nos ocupa.

Un empresario no es -aunque se le denomine así y hasta se lo crea el interfecto- un monopolista que vampiriza a sus socios, esclaviza a sus colaboradores, depreda todo lo que le rodea y se aprovecha con ventaja de las necesidades de la sociedad.

La clave para hacer empresa -empresa de verdad, no tinglados cartelizados- no son las ayudas, financiaciones, apoyos y demás monsergas, sino la valía personal en un marco de libertad, porque, insisto, no importan los créditos blandos y demás camelos cuanto la ausencia de obstáculos.

En EE UU hay obstáculos, está lejos, lejísimos, de ser una sociedad modélica de libre mercado, pero es un paraíso comparado, por ejemplo, con España.

Por eso Apple nació, creció y es lo que es, allí y no aquí.

Aquí habrían tenido que hablar con Pepiño o con cualquiera de los miles de Pepiños emboscados en la casta política, empresarial y funcionarial, y explicarse -ustedes ya me entienden- a fondo. Y así no hay forma de hacer nada.

También hacen falta talento, capacidad de asumir riesgos, genio para liderar equipos de colaboradores -no de siervos: eso está al alcance de cualquier animal- y carácter para rehacerse tras las caídas, como hizo Jobs.

Gracias, capitán, por hacernos más felices y útiles.

JAVIER NEIRA, LA NUEVA ESPAÑA.

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