-¿Por qué estamos así?
-La crisis ha desnudado una serie de fragilidades de nuestro sistema político, productivo e institucional. Pero estas deficiencias nos hubieran llevado al fracaso de todos modos. El sistema que se puso en marcha en 1978 con la aprobación de la Constitución supuestamente vigente da sus últimas boqueadas.
-¿Hay que ir a un período constituyente?
-Sí, la solución de este fin de ciclo es una reforma constitucional. Acabamos de ver cómo se ha hecho una modificación muy concreta, pero de calado, como es introducir al máximo rango normativo la obligación de las administraciones de mantener el déficit por debajo de un límite. Los dos grandes partidos han votado esta reforma, se ha aplicado el ordenamiento de manera impecable y los nacionalistas han puesto el grito en el cielo, pero no les ha quedado más remedio que aceptar. Es un ejemplo de lo que hay que aplicar a otros ámbitos.
-¿Por ejemplo?
-Una modificación de gran calado del título octavo de la Constitución, para redistribuir competencias entre el Estado y las comunidades, definirlas con toda precisión, devolver al Estado las competencias esenciales en educación, suprimir el artículo 150.2 que permite al Estado delegar sus competencias exclusivas con una ley orgánica...
-Pero, ¿no será papel mojado? Vemos cómo Cataluña hace caso omiso de sentencias judiciales.
-En un país normal, serían objeto de la correspondiente sanción. Que eso pase demuestra cómo el deterioro de nuestro sistema institucional exige una acción muy seria y eso es lo que tiene que hacer el próximo Gobierno. España necesita un Gobierno con una mayoría como la de Felipe en el 82. La tarea es de tal envergadura y habrá tal oposición de los sindicatos y la izquierda que el Gobierno necesitará un respaldo abrumador.
-¿Es posible frenar la deriva soberanista?
-Sí, es posible. Con un Gobierno central con mayoría aplastante y que establezca una alianza directa con los sectores más dinámicos, activos y sensatos de la sociedad. En Cataluña y el País Vasco debe confrontar el proyecto nacionalista de forma democrática y civilizada, pero sin ninguna concesión. Sin timidez, ni vacilaciones, en aspectos como las sentencias de la lengua. Si la Generalitat no las cumple, el Gobierno tiene las herramientas para hacérselas cumplir. Esa idea que tienen algunos en el PP de que hay que conllevarse con los nacionalistas ya no sirve. Han demostrado que ni quieren integrarse ni aceptar las reglas del juego.
-En tiempos, el PP fue de la mano de los nacionalistas. Y eso le costó a usted la cabeza...
-La cabeza política. Los nacionalistas apoyaron, a cambio de compensaciones que han ido debilitando y fragmentando el Estado, en el 93 a Felipe, en el 96 a Aznar y en 2004 y 2008 a Zapatero, y en cada una de esas ocasiones nos hemos dejado jirones de la unidad y la cohesión nacional, y de la solidaridad entre españoles. Ahora estamos en una situación en la que hay una superposición confusa de un estado federal, otro unitario y otro confederal que ha acabado con la idea original de los constituyentes.
-¿Las elecciones deberían haberse convocado antes?
-Ha sido un disparate más de este Presidente, cuya incompetencia quedará en los anales, dejar un período tan largo entre el anuncio y la convocatoria, en un país en la situación de España, en el que la incertidumbre es lo peor que le puede pasar. Pero ha sido un disparate al servicio de su candidato, porque tenía que darle tiempo. La corriente de fondo del país es de desesperación, con 5 millones de parados, sin crédito para las empresas... Lo que van a hacer los españoles es dar su confianza a la, por cierto, única opción que tiene. Tendremos una derrota del PSOE similar o superior a la de 2000. A partir de ahí, el Gobierno recibe una herencia envenenada.
-¿Le queda a Rubalcaba algún conejo en la chistera?
-Él lo que saca son víboras. Lo único que hace es proponer cosas absurdas, que no resisten el más mínimo análisis, como la recuperación del impuesto de patrimonio, cuando ellos mismos lo quitaron de forma acertada, o ponerle un impuesto a los beneficios de los bancos, cuando no saben si llegarán a la semana que viene. Pero, ¿en qué mundo vive este marciano?
-Usted se vio en una situación parecida a la de Cascos, pero no formó otro partido.
Alejo Vidal-Quadras (La Gaceta) |
-Cascos ha dicho que Rato sería un buen presidente.
-¿Y qué aporta eso? Pues claro, yo conozco a otros veinte o treinta. Pero Rajoy también y espero que lo sea. Son comentarios superfluos y malintencionados. No aporta gran cosa políticamente.
-¿Es posible un acercamiento?
-Mi impresión es que esta aventura personal de Foro será efímera.
-Esa idea que ya apoya ahora incluso el PSOE de reducir las comunidades a las tres históricas, ¿que le parece?
-Que ya es tarde, debió plantearse a su tiempo. El tema acuciante ahora es la reforma del sistema económico. Nuestra estructura industrial, nuestra educación, el sistema fiscal, nuestro modelo de trabajo..., no están adaptados a las necesidades de la crisis y la globalización. Estamos en el pelotón de los torpes, con Irlanda, Italia... Nuestro mercado laboral es de los peores del mundo, nuestros sindicatos, un lastre, nuestro capital humano, de calidad escasa, los jóvenes no dan la talla, tenemos unos pocos miles de empresas punteras, un sistema de pensiones absurdo... No se trata ya sólo de administrar mejor y con más austeridad, que por supuesto, es que con eso no nos salvaremos. Hay que romper con la cultura del subsidio, de la inercia, de la dependencia de lo público, del monopolio de lo político sobre lo cívico.
-¿Cabría un replanteamiento del sistema energético?
-Este modelo indefectiblemente lleva a un kilovatio/hora más caro y nos resta competitividad. Hay que ajustar el precio, aunque subirá sin duda la tarifa. Para bajarlo hay que hacer un esfuerzo en mejora de eficiencia energética y mantener en el mix un componente significativo de energía nuclear.
-¿Pese a Fukushima?
-Hubo un fallo de diseño, no se previó un tsunami de esas dimensiones. ¿Y eso que tiene que ver con Garoña y Alcoy? Se toman decisiones políticas que no tienen que ver con la ciencia. La tragedia de Fukushima, que ha tenido un impacto psicológico, no debe movernos a actuar irracionalmente. La mayoría en Europa sigue con sus programas nucleares.
-¿Y cabe el carbón?
-Todos sabemos que no es un sector competitivo y que en términos de combate contra el cambio climático no responde a las necesidades energéticas. Otra cosa es que haya que dar una solución digna al problema social que se plantea en regiones como Asturias o Castilla y León. Pero la obligación de consumir carbón autóctono no es una solución, porque es pan para hoy y hambre para mañana.
ENTREVISTA A ALEJO VIDAL-QUADRAS EN LA NUEVA ESPAÑA
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