miércoles, 28 de septiembre de 2011

Consejeros incapaces

Lo mínimo que se le debe pedir al Gobierno del Principado es seriedad. A éste de Foro Asturias y a cualquier otro, del signo político que sea. No caben las medias tintas. Nadie puede exigirle que acierte siempre, que sea perfecto. Sería ridículo ni tan siquiera sugerirlo. Pero sí que sea sensato, responsable, digno. En resumen, que sea merecedor del respeto de los ciudadanos a los que representa.

Seguro que el presidente asturiano escogió a las personas que consideraba más adecuadas para formar parte del Gobierno. Apostó por gente nueva, por técnicos sin experiencia política. Una opción tan válida y respetable como otra cualquiera, aunque también mucho más arriesgada, como se está comprobando.

Cascos y algunos de sus Consejeros (LVA)
Nadie nace «aprendido» y ser miembro de un Gobierno autonómico en un tiempo de crisis como el actual no es fácil, ni siquiera para políticos más avezados que los actuales. Por eso es necesario dejar pasar el tiempo, para que los nuevos consejeros tomen tierra, adquieran experiencia y demuestren realmente su valía.

Pero se puede ser condescendiente sólo hasta cierto punto. Todo tiene un límite. Ni con cien días de prueba ni con doscientos, está claro que hay consejeros que no dan el mínimo exigido para ocupar un cargo de esta responsabilidad. Lo peor es que se puede asegurar que no lo van a dar nunca por mucho tiempo que sigan formando parte del Ejecutivo. No están capacitados para ello, y punto.

No es la primera vez que pasa en Asturias. No es una novedad que políticos incapaces lleguen a ser consejeros del Principado. Pero casos tan llamativos como los de éste Gobierno son difíciles de encontrar.

Es una pena, pero la realidad es la que es. No todo el mundo vale para todo en política. Y mirar para otro lado no le va a servir de mucho a Francisco Álvarez-Cascos. Alguna medida tendrá que tomar, aunque hay que reconocer que una decisión drástica a sólo dos meses de la toma de posesión del Gobierno no parece lo más probable. Sería el reconocimiento de un fracaso demasiado explícito por parte del Presidente.

Distinto sería que alguno de los consejeros presentase su dimisión, aceptando así su incapacidad para desarrollar la labor encomendada por el jefe del Ejecutivo. No volverían a pasar malos tragos en la Junta y evitarían que se repitieran espectáculos poco gratificantes.

ALBERTO MENÉNDEZ, LA NUEVA ESPAÑA

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