La detención de la cúpula de la Sociedad General de Autores de España, con su presidente a la cabeza, no puede ser valorada en términos delictivos hasta que el juez encargado de la instrucción del caso decida sobre las distintas imputaciones a que haya lugar llegado el momento procesal oportuno. Ahora bien, no cabe duda de que el desprestigio de la SGAE va a aumentar notablemente con esta operación policial contra una supuesta trama delictiva en el seno de la organización.
La SGAE se ha labrado una muy merecida fama como organización paraestatal que usufructúa el esfuerzo ajeno gracias a una gabela institucional de difícil justificación en un Estado de Derecho. La exacción parafiscal a la que somete a todos los consumidores de productos informáticos o de reproducción audiovisual y la opacidad en el reparto de unos derechos cobrados de forma abusiva justifican sobradamente la protesta y el desprecio a que se ha hecho acreedora. Ahora además surge la sospecha de que podrían estar desviándose fondos de manera irregular, que es lo que suele ocurrir en las organizaciones que manejan cantidades ingentes de recursos sometidos a unos escasos niveles de control administrativo y financiero.
Por desgracia, no parece que la operación judicial contra la SGAE vaya a modificar su estatus de empresa privada con competencias estatales ni su capacidad de meter la mano en el bolsillo del consumidor, pero probablemente sí quepa esperar que rebaje su grado de coacción institucional al menos hasta que a sus dirigentes, hoy corneados por la justicia, se les pase el susto.
En todo caso, se presentan unos meses venideros muy apropiados para las celebraciones familiares sin peligro de que aparezca el cobrador del pentagrama a cobrar la tasa por poner música de Georgie Dann, porque no parece probable que haya recaudadores de la SGAE con las agallas necesarias para presentarse próximamente en una comunión con el talonario de recibos. Y por supuesto este verano es el momento ideal para contraer matrimonio, evento que por sus características jaraneras y la euforia de sus participantes constituye la pieza de caza más deseada. Este verano los concejales del ramo y los curas se quedan sin vacaciones. Dios se lo pagará.
PABLO MOLINA, LIBERTADDIGITAL.COM
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