No parece que ni Rodríguez Zapatero ni Carmen Chacón sepan muy bien qué estamos haciendo en Libia, ni que se hayan preparado para ello. Después de semanas de silencio, el pasado viernes, aprovechando una comparecencia con el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, el actual presidente del Gobierno afirmó con rotundidad que la contribución española a la intervención militar "sería importante". Pero las operaciones militares contra Gadafi empezaron sin esperar a esa importante contribución militar.
Un caza de los cuatro parece que está camino de patrullar los cielos libios una vez que el almirante norteamericano Mike Mullen ha asegurado que la zona de exclusión aérea es ya un hecho y que la segunda fase de la operación Odisea al alba se ponía en marcha. Por su parte, la Fragata F 100 salía de su base en El Ferrol para avituallarse en Rota, muy alejada aún de las aguas del Golfo de Sirte frentes las costas de Trípoli. Dicho en otras palabras, que la importante contribución española llega tarde.
En segundo lugar, no parece el Gobierno tener muy claro para qué se ha ido. Según Zapatero, para garantizar una "democracia sostenible" en Libia; según la ministra de Defensa, Carmen Chacón, para nada porque no ha abierto la boca al respecto, tal vez preocupada por hacer frente a otro tipo de adversarios, como su colega Rubalcaba. Pero el mejor, sin duda, ha resultado ser el ministro de Fomento, Pepiño Blanco, quien ha alardeado de ir a "liberar al pueblo libio". Si eso es así, el Gobierno debería explicar cuanto antes cómo piensa lograrlo y bajo qué mandato, puesto que la resolución 1973, como bien empieza a recordar ya la Liga Árabe, no se fija como objetivo derrocar a Gadafi, sino proteger a los civiles de la violencia.
También se ha dicho que España actúa militarmente en cumplimiento de sus obligaciones internacionales. Pero que se sepa la OTAN no ha demandado a sus miembros que hagan nada. De hecho, la Alianza Atlántica, el pacto defensivo por antonomasia, se ha quedado al margen de momento y, por tanto, la obligada solidaridad de sus miembros no cuenta en este caso. La coalición difusa y confusa que se ha pergeñado de mala manera responde al deseo de protagonismo de Nicolás Sarkozy, castigado en su casa electoralmente al ardor británico y a la falta de voluntad de la administración Obama, quien da su apoyo pero o quiere liderar. Francia, ese fiel aliado recién incorporado a la estructura militar de la OTAN ha elegido no recurrir a la organización y montar un sistema que pueda controlar. La OTAN, a su vez, divida, fatigada y temerosa de lo que Turquía puerca decir y vetar, se complace en su falta de protagonismo y todos felices. Pero precisamente por tratarse de una coalición ad hoc, lo que España decida asumir lo hará voluntariamente y esas tan recurridas obligaciones internacionales no serán más que lo que el gobierno quiera.
El jefe del mando de operaciones, el general Jaime Domínguez Buj, intentaba escabullirse de una pregunta en rueda de prensa diciendo que las reglas de enfrentamiento las dicta el mando de la coalición. ¿Acaso España no cuenta en ese mando? ¿Hemos vuelto a la etapa de González en la que España ponía las tropas para que otros las mandaran?
Y eso nos lleva al tercer punto, la cuestión de la legalidad. El ministro Blanco ha dicho que el PP tuvo la foto de Las Azores y que ahora el Gobierno tiene una resolución de la ONU. Es ya un hecho histórico que la mentira del PSOE sobre la ONU y Sadam ha pasado a convertirse en verdad pública. No vamos a entrar a discutir de nuevo aquello de las 17 resoluciones emitidas por el Consejo de Seguridad y la 1441 que le daba una oportunidad final a Sadam para cooperar con la ONU, cosa que no hizo. No es éste el lugar ni el momento. Pero sí queremos resaltar una única cosa: que si Zapatero no tiene ahora su foto de Las Azores es porque él ha llevado a España a la marginación e irrelevancia internacional. Si le dejaran retratarse, correría a hacerlo, en Las Azores o en pantalón orto en las Bermudas. Pero no le llaman porque nadie confía en él. De ahí ese gesto forzado para colocar a España en las portadas de los periódicos españoles.
Por último, ¿alguien se ha preguntado cuánto cuesta todo esto? Nosotros se lo vamos a decir: la zona de exclusión aérea, con los limitadísimos medios que ahora se despliegan, saldrá por unos 10.000 millones al año. Que Zapatero, cuando se digne a pedir la autorización supuestamente previa al Congreso, nos diga también lo que nos va a costar a los españoles su repentino ardor guerrero.
Si hay que ir, se va. Pero ir por ir sale un tanto caro. E ir para nada, ridículo amén de peligroso. ¿No sería más rápido y efectivo acabar con Gadafi de una vez por todas?
GEES
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