viernes, 18 de septiembre de 2015

La independencia cuántica de Mas

   La dualidad del proceso independentista Catalán, también llamada dualidad de Artur Mas, postula que una Cataluña independiente presentaría dos propiedades de estado en la Unión Europea. Más específicamente, como estado, sería a la vez miembro de la Unión y candidato a serlo.
   Una lectura humilde que hago a colación de una entrevista reciente que tuvo lugar en la sede del gobierno catalán -y en la que Artur Mas sufrió la vuelta a la parrilla de Ana Pastor- nos ofrece un sorprendente testimonio por parte del jefe del ejecutivo catalán en un ámbito en el que tenemos poca información. Y es que este proceso, que debería culminar con la proclamación de un estado catalán independiente, ha pecado de no tener un debate propio de pros y contras donde se pondere qué se perdería por el camino y qué se ganaría en la meta, enfocado todo ello desde un punto de vista jurídico-legal.
   Esa falta de debate se debe a la unilateralidad que arrastra el proceso. El argumentario soberanista contó en 2013 con el Consejo Asesor para la Transición Nacional, organismo creado por el gobierno de Artur Mas para asesorar en diversos aspectos al gobierno regional en lo relativo a conseguir un estado propio, independiente de España. Este organismo, recientemente suspendido por el Tribunal Constitucional, publicó 18 estudios en diversos ámbitos sobre cómo debería actuarse en cada tema (seguridad social, defensa, política exterior, infraestructuras, reparto de activos y pasivos...) y el llamado Libro Blanco de la Transición Nacional de Cataluña que recoge y sintetiza los anteriores estudios publicados individualmente.
  El CATN, que analiza la cuestión en clave catalana, afirma que un eventual estado catalán independiente de España no pasaría a estar en ningún momento fuera de la Unión y que, en todo caso, los más de 7 millones de catalanes tampoco dejarían de ser ciudadanos de la UE.
   Deberíamos ir ahora al derecho comunitario para resolver esta cuestión, algo sencillo y en lo que no tardaríamos más de unos pocos minutos en comprobar si es cierto o no, pero es algo un poco más complicado que eso: no se especifica ese caso en nuestros tratados.
   La Unión ya sufrió el mismo proceso pero al revés, con la reunificación alemana. No obstante, recordemos que ese proceso básicamente fue una fagocitación de la República Federal Alemana a la RDA. La RDA quedaría extinta y no habría nuevo sujeto de la “fusión”, por lo tanto, el territorio del antiguo estado satélite de la URSS y sus ciudadanos formaron parte de la RFA, miembro de pleno derecho de la Unión. Esto no lo contemplaba ningún tratado.
   Del mismo modo que si ahora, supongamos, las Islas Canarias son cedidas al Reino de Marruecos éstas dejarían de formar parte del Reino de España, miembro de la Unión y por lo tanto dejarían de ser una región ultraperiférica de la UE. En cuanto a la ciudadanía europea está claro: El “Tratado por el que se establece una Constitución para Europa” afirma que la ciudadanía europea se adquiere de forma inmediata e incondicionalmente con cualquier nacionalidad de un estado miembro de la Unión. Veamos: un ciudadano ugandés que adquiera la nacionalidad española pasaría a ser ciudadano de la UE. Un ciudadano español que pierda la nacionalidad española -en los casos que contempla la ley- dejaría de ser ciudadano comunitario. Esto puede ocurrir, por ejemplo, si adquiere otra nacionalidad por la que deba de renunciar a la suya original (si quieres hacerte con el pasaporte de Finlandia deberás renunciar a la ciudadanía española, no así en ciertos casos con reciprocidad). ¿Qué quiere decir todo esto? Pues que la ciudadanía europea es accesoria a la ciudadanía de un estado miembro. Se pierde y se gana en función de ello. Cristalino.
   Volviendo al tema del territorio, si Cataluña se convierte en un estado independiente de España, ¿seguiría siendo un estado miembro de la UE?
   Los estados miembros de la Unión son -a fecha de publicación de este artículo- 28. Ni uno más ni uno menos. Si mañana Suiza se integra en Alemania seguirían siendo 28. Si Alemania se integra en Suiza serían 27. Si un länder alemán se integra en el país helvético ese länder formaría parte de un estado no miembro y seguirían siendo 28, pero ¿y si ese länder se separa de Alemania pero en vez de integrarse en un estado miembro o no miembro de la Unión se constituye como independiente? O, llevado al caso que nos ocupa, ¿y si una comunidad autónoma de España hace lo mismo? Habría que valorar -y esto sería la clave- si existe o no un estado sucesor en el caso en el que España dejase de existir -caso de Yugoslavia que asumió Serbia y Montenegro, de la URSS que asumió Rusia o de Checoslovaquia, que asumieron los dos entes que conformaban su federación-. Si admitimos ese caso de disolución del estado, en las negociaciones entre ambas partes -Cataluña y el resto de lo quedase del estado original- no se podrían acoger a la doble sucesión debido a que el reparto ecuánime que se realizó, por ejemplo, en el caso checoslovaco se debió a que los dos entes que lo conformaban eran similares en tamaño y población -caso lógico y no extrapolable a la cuestión catalana-. Incluso en la negociación, la Cataluña independiente podría declararse como estado sucesor y la otra parte no. En esa situación Cataluña sería miembro de la UE y el resto de la antigua España abandonaría la Unión, escenario plausible pero poco probable en un marco de una independencia legal, acordada.
  No obstante, en caso de una secesión en armonía con el ordenamiento jurídico, el caso más previsible sería que, tras las negociaciones en el marco del reparto de pasivos y activos y otras responsabilidades entre los dos estados, España sería el estado continuista y Cataluña el nuevo estado, por lo tanto, el nuevo estado catalán, que ya no sería miembro de la Unión en tanto en cuanto ha dejado de pertenecer a España, debería iniciar los trámites para su ingreso, que no reingreso, dentro de los procedimientos que marcan los tratados comunitarios.
   En cualquier supuesto de separación no pactada tendríamos dos situaciones, una de iure, en la que el nuevo estado catalán no existiría y, por lo tanto, tanto el territorio como los ciudadanos seguirían disfrutando del mismo estatus, y otra de facto, en la que ese estado catalán no reconocido ejercería como tal -casos que podemos observar en Somalilandia, Abjasia, Transnitria- debido fundamentalmente a la incapacidad de la autoridad legítima de ejercer su potestas. Esta situación podría mantenerse en el tiempo indefinidamente, como estamos viendo actualmente en las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, que conforman la autodenominada Federación de Nueva Rusia, al este de Ucrania, o podría decantarse tanto por el lado del estado original, frustrando las aspiraciones de los secesionistas o por el lado de estos últimos, con un eventual reconocimiento mayoritario de la comunidad internacional que pueda legitimar de iure el nuevo estado. Este último escenario es el más improbable pero sigue siendo plausible.
   En síntesis, una secesión pactada, conforme a derecho, llevaría a una salida de Cataluña de la UE salvo en el caso en el que tras las negociaciones lo que quede del estado español original renuncie a ser el estado continuista y sea Cataluña el sucesor -escenario cercano a la ciencia ficción-, mientras que en una secesión no pactada, si es realizada con éxito, en cualquier caso llevaría a la salida del club de los 28.
   Y para terminar, unas palabras del “Molt Honorable President” Artur Mas i Gavarró de la entrevista del domingo 14 de septiembre emitida en LaSexta, que recuerdan a las de su compañero de lista y telonero, Raul Romeva, en otra desafortunada entrevista y que dejan clara la ambigüedad a la que están sometiendo los soberanistas de Junts pel Sí la permanencia de Cataluña en la UE:

   “Nosotros, hagamos lo que hagamos, seguimos dentro de la Unión Europea[...]no se puede estar fuera cuando tú estás dentro porque te tienen que expulsar[...]le admito que para que Cataluña sea un nuevo estado de la UE los estados miembros deberán ratificarlo[...]mientras no te han ratificado, como que no estás fuera, estás dentro


                                              
De Broglie tenía razón.
Y era catalán.


Javier Picazo


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