El primer ministro francés, Manuel Valls, de origen español, nacido en Barcelona, vuelve a ser el centro de la polémica. Su viaje a Berlín para ver la final de la Champions entre el Barça y el Juventus de Turín (equipos extranjeros, él ha dicho que es del Barça) ha costado al contribuyente 18.800 euros, según el periódico Le Monde. El ministro iba acompañado de dos de sus hijos y llevaba escoltas.
Los partidos opositores se le han tirado a la yugular, mientras el presidente de la república le ha tirado la toalla durante el discurso de la Cumbre del G7.
El ministro declaró que había usado un avión del gobierno y los recursos que le da el poder, pues tenía una reunión con la UEFA, invitado por Michel Platini, su presidente, dado que el año que viene se celebrará en París la Eurocopa, justificando así el viaje, lo que por otra parte no aparecía en su agenda.
El hecho es que el horno no está para galleticas y, tal como piden los partidos opositores el primer ministro, debiera devolver de su bolsillo el dinero gastado del contribuyente.
¿Cómo pretende un primer ministro dar ejemplo en medio de una crisis como la que está viviendo Francia metiéndose a la torera unos veinte mil euros para ir a ver un partido de fútbol entre dos equipos que ni siquiera están relacionados con Francia?
Otros ministros de su partido han salido en su defensa, los pretextos son ridículos. Entre ellos el de Finanzas, Michel Sapin, quien debiera andar más ocupado en resolver los problemas del desempleo y de los bajos salarios que y no despilfarrando saliva en intervenciones radiales y televisivas por puro amiguismo o sociolismo.
Para colmo, el viaje lo hizo tras hablar en el congreso de su propio partido, congreso que todavía no había culminado. De modo que Manuel Valls fue al congreso, soltó el discurso y salió que pitaba para Berlín. Lo de estos políticos ya no tiene nombre. Devuelva usted el dinero, señor primer ministro, devuélvalo.
"LIBERTAD DIGITAL"
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