Asturias es la décima comunidad de España en renta per cápita, pero la
sexta que más impuestos entrega al Estado. El desembolso en tributos de
cada asturiano sobrepasa en 552 euros la media nacional, según revelan
las cuentas territorializadas sobre los ingresos y los gastos de la
Administración central, las famosas balanzas fiscales, publicadas esta
semana por el Ministerio de Hacienda. Sólo las autonomías verdaderamente
ricas, como el País Vasco, Navarra, Madrid, Cataluña o Aragón,
presentan una contribución mayor. Los asturianos hacen, en proporción,
un esfuerzo para garantizar la cohesión muy por encima de su escasa
riqueza.
La comunidad, no obstante, recibe más dinero del que
sus ciudadanos tributan debido a los desembolsos que el erario necesita
afrontar cada mes para sufragar jubilaciones y prejubilaciones. Eso no
significa regalía alguna, otros trabajadores en las mismas
circunstancias, de Albacete o de Guadalajara, de Cáceres o de Teruel,
gozan de un trato idéntico. Es sólo la consecuencia de una población
mayor y de la reconversión industrial. Como argumenta el autor del
informe, el economista asturiano Ángel de la Fuente, en una
circunscripción envejecida que presenta un saldo positivo debido a los
ingresos por pensiones "es complicado hablar de privilegios". La
jubilación es una prestación devengada por años y años de cotización a
la que todos los españoles acceden sin que haya, como en otras cosas,
diferencias. Los pensionistas que suma Asturias, igual que los vascos o
los catalanes, conquistaron ese derecho con las altas aportaciones que
hicieron mientras trabajaron.
Las balanzas desnudan falsos
mitos. No hay discriminaciones graves. Quienes más descontentos se
sienten con el resto de los españoles son los primeros que deberían
permanecer callados. La única injusticia sangrante en el reparto de los
recursos la constituyen los regímenes forales del País Vasco y Navarra.
Aventajan en dos mil euros por habitante a cualquiera. Disfrutan,
además, de una menor presión del Fisco que les permite practicar una
competencia desleal. La subvención implícita que les concede el resto de
las provincias, al enjugar el coste de los servicios que no cubre su
raquítica cuota a la caja común, consolida esta intolerable prebenda.
Cataluña, campeona del descontento y del agravio, presenta un desfase
bastante inferior a Madrid y en realidad viene reduciendo desde 2005 el
desequilibrio como nadie ha conseguido hasta la fecha. Siempre a costa
de que el Estado multiplique allí sus inversiones. Cuando toque
confeccionar la balanza de este año ¿los 12.000 millones de todos los
españoles que costó el saneamiento de la banca catalana a qué autonomía
habrá que cargárselos como beneficiaria? Valencia, Murcia y Baleares,
por el contrario, sí salen perjudicadas.
Los impuestos los pagan
los individuos, no sus cantones. Es un contrasentido de difícil
explicación que quienes reclaman progresividad en el IRPF, y exigen que
contribuya más el que más posee, se nieguen a aplicar esta lógica a los
territorios, escandalizándose porque a los boyantes retorne menos. El
análisis de De la Fuente, después de darle vueltas a miles de
magnitudes, alerta sobre 11.400 millones de euros distribuidos "de una
forma cuestionable", un 1,1% del PIB. Tratando de lo que tratamos, una
partida modesta que no debería representar ningún obstáculo para
garantizar la equidad. Sí resulta alarmante la advertencia de que los
ciudadanos ya no tienen el grado de igualdad en las prestaciones "que
sería razonable". Los españoles deben recibir una asistencia de calidad
en condiciones equivalentes con independencia del lugar en donde decidan
establecer su hogar.
Asturias necesita espabilar y darse prisa
en mejorar su posición en España para alcanzar a las comunidades que
progresan. En otras ocasiones de su pasado la región escuchó mensajes
parecidos, pero los tomó con similar incredulidad que los pastores del
cuento del lobo y las ovejas. En un mundo de por sí cambiante, en el que
la recesión aceleró todavía más las transformaciones, no queda apenas
margen. Quienes se duerman quedarán descolgados, esta vez de verdad. Lo
sólido ha desapareciendo. No hay que engañarse con la falsa idea de que
nunca va a ocurrir nada.
La balanza fiscal revela que la gran
asimetría del Principado es su dependencia de las clases pasivas. España
lidera la clasificación de esperanza de vida en la UE, un dato muy
positivo, pero que implica que habrá que hacer esfuerzos durante largo
tiempo para cuadrar las cuentas y equilibrar los sistemas de salud y de
pensiones.
Asturias, periférica en una España de por sí
extrarradio de Europa, necesita crecer a un ritmo más acelerado que los
mejores si quiere acortar distancias con el Norte desarrollado. Y eso
significa multiplicar el empleo, el tamaño de la economía y los
beneficios de las empresas para que la recaudación aumente
exponencialmente por la actividad, y no por gravámenes confiscatorios.
Como afirma el economista Laffer, a la larga no hay salida posible
subsidiando a la gente por permanecer de brazos cruzados. Claro que hay
que distinguir entre quienes lo hacen por gusto y quienes no tienen
alternativa porque la sociedad les cierra las puertas al trabajo.
EDITORIAL DE LA NUEVA ESPAÑA
No hay comentarios:
Publicar un comentario