Los asturianos ya figuran ahora mismo a
la cabeza de España en tributos. Con el paquete de subidas que IU ha
dejado esta semana sobre la mesa del PSOE pasarían a soportar una carga
récord en el país, acentuando las actuales desigualdades. En lo tocante a
sucesiones, puede afirmarse que lo planteado persigue, de facto, la
nacionalización de las herencias. Un delirio inaceptable y un golpe
tremendo para la clase media.
Los dos grupos de la izquierda han
llegado a acuerdos con frecuencia, lo que no significa que entre ambas
fuerzas exista un entendimiento fluido. Al contrario, en su relación
prima la desconfianza. La coalición considera que sale trasquilada de
cada cortejo. Por eso un sector de sus militantes siempre rechaza los
acuerdos y otro nada más firmarlos piensa en el momento electoral idóneo
para romperlos. Curiosa cultura del pacto la de esta tierra en la que,
al contrario que conservadores y progresistas en Alemania, acercarse no
significa renunciar hasta hallar la equidistancia, sino que la minoría
explote como oro ante la mayoría su voto decisivo. Puede que la misma
estrategia que la región vivió con la exigencia de reforma de la ley
Electoral, buscar excusas para marcas distancias, esté repitiéndose en
este instante a costa de la fiscalidad y los Presupuestos. Pero hay
cosas con las que no conviene enredar ante los ciudadanos.
El
ahorro de los asturianos en un porcentaje abrumador tiene como destino
la vivienda. No es difícil por ello que a la mayoría de los ciudadanos
los padres les leguen al fallecer la morada que conquistaron con el
sudor de su frente. Un hijo que reciba un piso y una cuenta bancaria que
en conjunto no superen los 150.000 euros no tributa ahora por la
transmisión. IU de Asturias sugiere situar ese límite exento sólo en
50.000 euros. Colocando ahí el listón, todo el mundo que herede una casa
necesitará arrodillarse ante el fisco. No hay residencias tan baratas, y
aunque la crisis las deprecie de nada sirve. Hacienda impone el valor
del bien con arreglo a su criterio.
Hay que afrontar después las
plusvalías, en las que los ayuntamientos también se lucen. Una casa de
125.000 euros y 20 años generaría con las pretensiones de IU 19.000
euros para el Principado por sucesiones y unos 11.000 euros para el
concejo por plusvalías: 30.000 euros a desembolsar de una tacada.
Añádanse honorarios de notarios, registradores, asesores, abogados,
intereses del crédito para satisfacer el tributo -el beneficiario no
puede disponer de lo heredado hasta efectuar la liquidación-, nuevas
tasas el día en que haya que desprenderse del inmueble para resarcir
gastos y la suma produce escalofríos. La ocurrencia de IU no tiene un
pase.
El impuesto de patrimonio sólo alcanza a fortunas superiores
a 700.000 euros. La reforma de la coalición pretende aplicarlo a quien
rebase los 175.000 euros. Atraparía a miles de asturianos: basta con
poseer una segunda residencia en el lugar de vacaciones o en la villa de
origen; basta con ser de las alas y haber comprado hogar en el área
central para que estudien los hijos o para disfrutar de la jubilación en
la ciudad. Los socialistas, remisos a tragar con lo de las herencias,
no hacen ascos en cambio a este planteamiento. Tomar por rica para
estrujarla a gente de lo más normal es la guinda a esa Asturias desierta
que algunos andan empeñados en construir.
El sistema fiscal
español es injusto e ineficaz. El asturiano, el peor de todos. Reparte
mal el esfuerzo, cargado sobre la espalda de los asalariados, y no
incentiva la riqueza ni el bienestar. Se aplican tipos como los de
Suecia, elevadísimos, para obtener recaudaciones como las de Bulgaria,
bajas, por la maraña de exenciones y la evasión. Empiece por ahí la
izquierda si quiere hablar en serio del problema, y entierre prejuicios
ideológicos desfasados en un mundo en el que ni Rusia ni China condenan
ya la prosperidad. Cada vez que intentan eso de "gravar al capital y las
grandes rentas" lo único que consiguen es apretar un poco más la soga
en el cuello de los ahorradores modestos que dedican su vida al trabajo
honrado.
Todo para hacer caja -112 millones, según IU; 42
millones, calcula el PSOE- con la que sufragar salarios sociales y
planes de empleo. Con los ingresos fiscales por PIB más escasos de
Europa no resulta sostenible un Estado del bienestar entre los más
generosos. Si éste es el dilema, exija entonces IU evitar los
despilfarros en mastodontes administrativos, en subvenciones a los
amiguetes, en kilómetros y comidas de los diputados, en jefaturas a dedo
para guarecer a los serviles y en tanta empresa pública inútil antes
que esquilmar el bolsillo de los de siempre para obtener un mendrugo hoy
aunque el hambre sea nuestro futuro más probable.
En diez años, a
la vuelta de la esquina, predice el Instituto Nacional de Estadística,
Asturias tendrá pocas personas activas y una legión de jubilados.
Pensiones menguantes, solidaridad desdibujada, una financiación
comprometida... En vez de convertir el Presupuesto en un instrumento de
inversiones productivas que recuperen la actividad y el empleo, a la
izquierda ese panorama desolador ni la inmuta. Al crecimiento le cuesta
asomarse por aquí. Una subida de impuestos lo espantará definitivamente.
EDITORIAL LA NUEVA ESPAÑA
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