jueves, 22 de agosto de 2013

La generosidad progre

Lo mejor de ser de izquierdas es que te convierte, automáticamente y sin tener que hacer esfuerzo personal alguno, en una buena persona. Al menos para otros miembros de tu gremio y, sobre todo, para ti mismo, que es de lo que se trata. Cuando se es de izquierdas uno está preocupado por los pobres y otros colectivos supuestamente discriminados o desfavorecidos –que lo estén realmente es otra cuestión–, mientras que la derecha sólo se ocupa de sí misma y de los ricos. Ya lo dejó inmortalizado la hija de Zapatero, para orgullo de su muy progre padre.

El problema de esta imagen es que, como tantas otras cosas, es sólo fachada. No es que ser de izquierdas te impida ser buena gente, ni mucho menos, claro. Sin embargo, entre la progresía más ideologizada existe la tentación de convertir esa superioridad moral con la que caminan por la vida en un salvoconducto que te exima de hacer el bien a los demás en el mundo real. No son dos ni tres los cabrones con pintas que se miran al espejo cada mañana y se dicen, convencidos, aquello de "pero qué buena persona que soy; claro, como soy de izquierdas".

Pero el movimiento se demuestra andando o, como dicen los economistas, en lugar de creernos sin más lo que dice la gente sobre sí misma debemos atender a sus "preferencias reveladas", es decir, a las decisiones que realmente toman. Así, si nos creyéramos esa imagen de autosatisfacción moral, los datos revelarían sin duda que en esta Europa nuestra con tanta conciencia social y estados del bienestar tan amplios deberíamos ser mucho mejor personas que en esos Estados Unidos de tanto capitalismo salvaje, repleto de egoístas que sólo quieren medrar a costa de los demás. Además, en Europa somos más de izquierdas, así que miel sobre hojuelas. ¿No?

Ni de coña. Veamos un dato que refleja bastante bien lo que realmente nos preocupan los demás: el dinero que nos gastamos en ayudar a los demás. El de cada uno, que es muy fácil ser generoso con el dinero de los demás como hacen los políticos. El único país de la OCDE que supera el 10% del PIB en gasto social privado voluntario son los Estados Unidos. Y con mucha diferencia. Otros tres países –Reino Unido, Canadá y Holanda– superan tímidamente el 5%. En España estamos en el 0,5%.

Habrá quien busque la excusa de que, claro, como en Estados Unidos no hay Estado del bienestar, sus ciudadanos se ven obligados a ayudar al ver la pobreza en sus calles. Sin embargo, el gigante norteamericano se gasta de media un 19,5% del PIB en gasto social público, unos tres puntos por debajo de la media de la OCDE. ¿Y qué hay del desglose entre izquierda y derecha? Bueno, parece que varios estudios corroboran que es más probable que seas generoso si eres de derechas y religioso.

En definitiva, los datos desmienten esa visión beatífica que tiene la izquierda de sí misma. No debería sorprendernos. No hay duda de que en la izquierda hay muchísimas personas genuinamente preocupadas por los demás y que implican su tiempo y su dinero en las causas más variadas, creyendo sinceramente que así ayudan a otros. Pero también que hay muchas otras a quienes les parece que con el mero hecho de ser de izquierdas ya han cumplido sobradamente con sus obligaciones con el prójimo. Es una forma como otra cualquiera de carecer de conciencia.

DANIEL RODRÍGUEZ HERRERA, LIBERTADDIGITAL.COM

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