sábado, 15 de junio de 2013

Un atisbo de esperanza

El modelo educativo español ha fracasado. Son varios los indicadores objetivos que así lo demuestran: 25% de abandono escolar, que dobla la media de la UE; el número de repetidores más elevado de Europa; la tasa de jóvenes que ni estudian ni trabajan más alta del continente...A ello hay que sumar que ocupamos uno de los últimos puestos en los informes PISA y que nuestros alumnos obtienen las peores puntuaciones en áreas capitales como la lengua o las matemáticas.

Por si esto no fuera poco, el gasto que este sistema educativo produce a las arcas públicas es muy superior al de la media de la Unión Europea. Muy superior al de países con un modelo educativo mejor valorado que el nuestro. Por lo tanto, además de ineficiente, es caro.

Ante este panorama, es palmaria la necesidad de elaborar una reforma educativa. Hace tiempo que se vienen escuchando voces desde distintos sectores, instando a una reforma que siente las bases sólidas del sistema educativo. Hay que cambiar de modelo, hay que apostar por otras ideas, por otros principios y otra filosofía.

Se repite con cierta ligereza algo que no se corresponde con la realidad: “todos los gobiernos cambian la educación cuando llegan, y así es imposible avanzar”. Desde la llegada de la democracia, solo el Partido Socialista ha aplicado las leyes educativas que legislan nuestro sistema. Ha sido el PSOE y todos sus colectivos afines, quienes han impregnado de sus teorías, sus ideas, sus dogmas y su inseparable politización ese sistema educativo fracasado.

Han sido ellos quienes se empeñaron en eliminar poco a poco la cultura del esfuerzo, la meritocracia, los deberes o el estudio. Los eliminaron para instalar el igualitarismo y el aprender divirtiéndose, bajo ese espíritu sesentayochesco que tanto gusta aún a la progresía española. Llenaron la vida de los centros y sus trabajadores de una asfixiante burocracia que pretendía recoger por escrito el día a día en las aulas. Evaluaban el sistema mediante inspecciones centradas en el cumplimiento de la burocracia y no en el progreso de los alumnos.

Como profesor, lamento cada día el enorme capital humano que se pierde, devorado por un sistema preocupado por los números, las estadísticas y el cumplimiento de unos objetivos marcados por personas que jamás han pisado un aula. Me entristezco al ver las enormes lagunas de chicos que están acabando Bachillerato y en próximos meses piensan ir a la Universidad.

Ahora lo que se pretende por parte del nuevo gobierno es mejorar nuestra educación. En primer lugar, porque tiene el derecho legítimo que le otorga una mayoría absoluta dada por la ciudadanía, para legislar en esta materia. En segundo lugar, porque otros partidos políticos que no sean de izquierdas también tienen derecho a opinar y a proponer nuevas ideas en campos que nadie debiera apropiarse. Y, por último, porque lo lógico es comenzar a hacer cosas radicalmente diferentes a las hechas hasta ahora.

Ver que en esta reforma educativa hay evaluaciones al final de cada etapa para aumentar el nivel de exigencia y mejorar el seguimiento de los alumnos, que se revisan los criterios para pasar de curso, que se hace una apuesta decidida por la FP, que se da una mayor autonomía a los centros, que se refuerza y protege la figura del profesor... Devuelven en cierta manera la ilusión y dan un atisbo de esperanza a un sector muy necesitado de ella.

DAVID GONZÁLEZ MEDINA, PRESIDENTE DE NUEVAS GENERACIONES DEL PP DE GIJÓN.

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