Tal vez la esquizofrenia le viene de cuna. Jorge Verstrynge nació en Tánger, en una familia de gustos afrancesados. Su padre, un alemán simpatizante de los nazis, le abandonó pronto y su padrastro, con quien se crió, era un hombre autoritario, de carácter enérgico, que quiso sin embargo darle una buena educación. Cuando Jorge vino a España para estudiar Ciencias Políticas, conoció a algunos familiares del entonces líder franquista Federico Silva Muñoz. Era la época en que Manuel Fraga, todavía embajador en Londres, planeaba una opción política para la derecha española. Tras la etapa del franquismo, los hombres del Movimiento se agrupaban para la Reforma Política y Verstrynge, un chico avispado pero muy veleidoso, se acercó a los llamados «Cuatro Magníficos»: Federico Silva Muñoz, Cruz Martínez Esteruelas, José María de Areilza y el propio Fraga.
Por ello, resulta ahora vergonzante contemplar a Verstrynge al frente de los asaltos a viviendas de dirigentes de su antiguo partido. En sus tiempos de secretario general de AP se le conocía como «el facha», por su talante autoritario. Tras pasarse a la izquierda más radical, vuelve a ejercer su tentación totalitaria. Dicen que no le funciona muy bien la «sesera», pues se le ve con frecuencia en la consulta de un afamado psiquiatra madrileño, que parece le trata una neurosis crónica. Por cierto, a quien le paga por visita y fármacos una suculenta factura, sin ningún reparo de dinero. Mantiene varias casas de lujo en Madrid, pero luego ejerce de okupa y «chabolero», con insultos de por medio. Siempre fue un zascandil, aunque ahora se está pasando de la raya. Agitado y agitador, alborota, grita fuera de sí. Repelente es su conducta y lamentable su deriva. Que le sosiegue su terapeuta, y deje vivir en paz a los demás.
PILAR FERRER, LA RAZÓN
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