Se podría definir un paraíso fiscal
como aquel territorio que ofrece condiciones fiscales favorables a los
ciudadanos y empresas no residentes con el fin de atraer capitales. Esos
capitales se depositan en instituciones financieras y bancarias del
territorio en la confianza de que éste nunca facilitará información
tributaria al país de origen del depositario, y sobre todo de que el
dinero depositado estará siempre a disposición del propietario. Pues
bien, lo que ha sucedido con Chipre ha puesto los
paraísos fiscales en tela de juicio, no tanto por el interés de la Unión
Europea en desmantelarlos como porque ha revelado la verdadera realidad
de los mismos.
Cuando uno deposita su dinero en un banco, lo hace con la confianza de
que le será devuelto en cuanto lo solicite; mientras tanto, aquél rinde
un interés, si así se ha pactado. La base de esta confianza reside en la
supuesta prudencia y en el supuesto buen juicio que deben primar en la
gestión de los recursos confiados a los bancos. Lo que ha demostrado el
caso de Chipre es que paraíso fiscal no es, precisamente, sinónimo de
buena gestión de los recursos financieros. Así, los bancos chipriotas
cometieron un grave error cuando Grecia pidió ayuda y le compraron deuda
pública. Pero mucho peor fue el caso del banco central de la isla, que,
lejos de advertir sobre los riesgos de invertir en deuda griega y,
fundamentalmente, de no diversificar adecuadamente las carteras de
inversión, optó por mirar hacia otra parte, no se sabe si por decisión
propia o por imposición del Gobierno del Partido Comunista, que era quien ostentaba el poder mientras se gestaba la crisis.
Chipre no es el único ejemplo de paraíso fiscal con malas inversiones.
La banca islandesa, sin ir más lejos, se hundió por sus errores al
invertir en productos derivados de alto riesgo que ni conocía ni
entendía.
La crisis de Chipre demuestra también que se puede perder el dinero
depositado en un paraíso fiscal como consecuencia de la desproporción
entre el tamaño de una economía y el de su sistema bancario: el de
Chipre era hasta diez veces superior al PIB nacional. En estas
circunstancias, si se produce una crisis bancaria, esa economía no tiene
recursos suficientes con los que afrontarla. Pero en Chipre se ha
producido un segundo hecho: se ha demostrado que los depósitos bancarios
no están seguros. Y se ha demostrado porque, al final, la UE y el FMI han
impuesto una quita a los depósitos de más de 100.000 euros; pero
también porque Chipre, en su momento, propuso aplicar una quita a los
depósitos de menos de 100.000 euros, a pesar de que, por acuerdo de la Unión Europea, se garantizan los depósitos en los bancos comunitarios hasta dicha cantidad.¿Quién va a confiar ahora en un paraíso fiscal?
En resumen, depositar dinero en paraísos fiscales se ha convertido en una actividad de riesgo, no solo porque suele implicar fraude tributario
en el país de origen de uno, sino, ante todo, porque la supuesta
seguridad de los depósitos ha saltado por los aires, y con ella el
futuro de muchos paraísos fiscales, empezando por el chipriota.
EMILIO J. GONZALEZ, LIBREMERCADO.COM
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