Hace unos días, un financiero catalán -que acepta hablar pocas veces y siempre off the record- criticaba a la prensa catalana -y española- por infravalorar a Rajoy. Decía que se equivocó al criticar las medidas de Zapatero de mayo de 2010, imprescindibles para mantener a España en el euro, pero que luego ha reducido el déficit -no sin trompicones, como el del IVA-, ha ido más lejos que su antecesor en la reforma laboral
y se ha enfrentado a los sindicatos. La leyenda de que no hace nada es
falsa. No se sabe el futuro pero, por el momento, la prima de riesgo
mejora -pese a Italia y Chipre- y los bancos y grandes empresas vuelven a
poder emitir en los mercados.
Y respecto a Cataluña, algo
similar. Ha rechazado las demandas de Mas -asegura que un referéndum en
Cataluña indigestaría a los mercados- pero tampoco ha hecho
-singularidades de algunos ministros como Wert aparte- ningún
acto de hostilidad fuerte y ha dejado la puerta entreabierta. Así, tras
recurrir al Constitucional la declaración de soberanía del Parlament, ha logrado que Artur Mas inflexionara su discurso. Lo determinante es la asfixia financiera porque los mercados no suscriben deuda catalana y el único oxígeno es el Tesoro español.
Pero -añade- la sociedad catalana también pedía que cambiara porque la
independencia en el contexto europeo actual es “una fantasmada”
-suficientes problemas, como se ha visto en Chipre, tiene la UE para
contemplar tranquilamente la desmembración de un Estado- y tanto los
bancos catalanes (Caixabank y el Sabadell) como las empresas -grandes y
medianas- que exportan al mercado español saldrían perjudicadas.
Añadía que la tensión entre la Generalitat y Madrid es, en algunos
casos -financiación, lengua- comprensible y hasta lógica, pero pasar de la negociación tensa al enfrentamiento sistemático es suicida.
Rajoy sabe que debe ser firme, pero que no puede negarse al diálogo
como le pide alguna prensa y cierta derecha de Madrid, normalmente poco
conectada con el poder económico. Y, concluía: si Madrid no es
receptiva, el independentismo, que ha crecido mucho entre los pequeños
empresarios y la clase media, se agudizará. La independencia es un
imposible -tampoco es un buen negocio-, pero la intensificación de la
desafección entre España y Cataluña -que se está dando- es negativa. Por
eso creía lógico el cambio de La Vanguardia, que de un apoyo cerrado a Mas hasta las pasadas elecciones ha pasado a una actitud mucho mas reticente con el independentismo.
Hasta
aquí las reflexiones del financiero catalán. La realidad de la última
semana confirma su análisis. Después de que Mas ordenara a sus consellers “abrir todas la vías de diálogo con Madrid” en una reunión secreta de su Gobierno, cuyo contenido (fotografía incluida) fue filtrado sólo a La Vanguardia, la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera del pasado jueves tuvo un carácter muy distinto al anterior. El conseller Andreu Mas-Colell no sólo asistió, sino que el ministro Montoro suavizó su posición sobre el déficit catalán (si la UE lo hace con el español). Y, el mismo día, Duran Lleida habló en Madrid, en Nueva Economía Forum, y fue presentado por Miquel Roca,antecesor
suyo como jefe de la minoría catalana en Madrid. Roca se ha
caracterizado siempre -tanto en su vida política como en su actual etapa
profesional- por hacer de la negociación su norte. Afirmó que en este
momento complicado hace falta diálogo, pactos y coraje para defender las
propias ideas, pero también para buscar puentes con los otros. Y citó a
su padre, un democristiano que se exiló en el 39, quien le dijo que
supo ya que habían perdido la guerra (la del 36 al 39) en el mismo
momento que empezó.
Duran hizo un discurso de centro-derecha,
amable con el PP pero criticando el cainismo en la relación PP-PSOE (en
Alemania, la CDU de Merkel asumió las reformas del SPD, mientras
que aquí el PP estigmatizó la reforma de las pensiones de Zapatero y
ahora el PSOE hace lo mismo con las del PP). E insistió en que España
también tendría un serio problema si la relación con Catalunya -donde se
ha pasado de querer regenerar España al “adéu, Espanya”- no se
reconduce. Cuando Artur Mas dio su conferencia en el mismo foro -tras la
manifestación del 11 de setiembre-, el Gobierno boicoteó el acto
mientras que escuchando a Duran estaban la vicepresidenta, el ministro
de Exteriores García-Margallo, el de la Marca España -que al parecer
tiene buena relación con los democristianos Josep Sánchez Llibre y Jordi Casas- e incluso el presidente del Constitucional.
Quizás
se ha pasado de la 'guerra fría' a la 'coexistencia pacífica'. O,
mejor, de la confrontación total de cuando Mas buscaba la mayoría
absoluta a la “conllevancia” de la que hablaba Ortega y Gasset.
Aunque sólo ha cambiado el clima, los problemas de fondo siguen. La
exigencia de una consulta (Duran vino a decir el jueves que la pregunta
se podía pactar) es una cuestión muy delicada para cualquier Gobierno
español, pero es la consecuencia de la campaña contra el Estatut del
PP (Rajoy es el principal responsable) y de la sentencia del
Constitucional. Cómo pactar dicha consulta -o cómo superarla- es cuadrar
el círculo. Y sigue también, al menos por ahora, el pacto de Mas con
ERC, que los últimos días pide que se acuerde (con ellos) tanto la
pregunta como la fecha de esta. Y si ERC rompe, Artur Mas se queda a la
intemperie, salvo que…
Pero lo más novedoso es que no es sólo
la tradicional CDC (la de Roca), o la democracia cristiana (Duran), o
las patronales (el Foment y la Cambra) las que piden al president que sea consecuente con la petición de diálogo con Madrid que ha hecho a sus consellers. En la nueva CDC, Germà Gordó, actual conseller
de Justicia, un político hasta ahora extraordinariamente discreto pero
que forma parte del núcleo duro de Artur Mas, acaba de afirmar que “es
esencial encontrar espacios de diálogo con Madrid” y que “la consulta
enmarcada en la legalidad vigente confiere seguridad y legitimidad al
proceso”. Otro conseller de la nueva generación de CDC y que va mas por libre, Santy Vila, de Transportes, asegura que se entiende muy bien con Ana Pastor,
incluso sobre el corredor del Mediterráneo (casi una blasfemia para un
nacionalista) y que la reivindicación del Estado propio sólo tiene
soporte popular porque el Estado actual (España) no se comporta de forma
amigable.
¿Puede CDC renunciar al Estado propio si Madrid
adopta una actitud diferente? ¿Puede Rajoy flexibilizar su posición? Me
temo que esta pregunta sea impertinente tanto para unos como para otros.
La conllevancia no da para tanto.
JOAN TAPIA, EL CONFIDENCIAL.COM
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