
Los grandes puntos de futuro del acuerdo, que llevarían a una notable pérdida de soberanía de los Gobiernos en favor de estructuras europeas poco o nada democráticas, dependerán, en buena medida, de la letra pequeña a la hora de ejecutarlo. En la práctica todo podría quedar en la creación de una nueva figura decorativa sin poder real –en la senda de lo que fue Javier Solana y es Van Rompuy–, algo que parece probable, dadas las reticencias de Alemania a la emergencia de un actor verdaderamente relevante.
Para los españoles, el verdadero problema del acuerdo es que puede arrastrarnos a una nueva recesión. A base de restringir el crédito a particulares y empresas, nuestras entidades financieras habían logrado recapitalizarse bastante, y ya les quedaba poco para terminar de asumir las pérdidas de la burbuja inmobiliaria y volver a financiar nuestra economía. Pero las exigencias de solvencia que impone este nuevo acuerdo les fuerzan a restringir de nuevo el crédito y a estrangular toda posibilidad de crecimiento durante al menos un año más.
Zapatero deja así casi garantizado que, haga lo que haga, el Gobierno que venga no pueda darle la vuelta a la situación económica durante bastante tiempo. Es el último castigo que impone a España el más nefasto de sus presidentes.
EDITORIAL LIBERTADDIGITAL.COM
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