Estancados en el punto de partida y sumidos en el agujero negro, así es como se encuentra nuestro país frente a una crisis que amenaza con destapar lo peor de nuestra estructura económica. Digo en el punto de partida porque, a día de hoy, la tasa de paro (19’79% según el INE, tercer trimestre de 2010) ronda la barrera psicológica del 20%. Digo sumidos en el agujero negro porque el sistema económico español tiene unas deficiencias estructurales propias de un sistema desfasado y caduco, las cuales hacen que la productividad española sea de las más atrasadas de la UE.
¿Cómo explicar todo esto? ¿Qué soluciones se deben tomar? Lo primero que necesita nuestro país es una reflexión sobre la política económica en general, salvándose de la demagogia y el populismo de lo público como panacea para cualquier problema. Comparando su situación con la de sus vecinos y aprendiendo de una historia económica que dice demasiadas verdades a quien, simplemente, se inicia en ella.
En primer lugar, debemos meditar acerca de la tasa de paro, históricamente problemática desde finales de los años 70, cuando se destapó la falta de competitividad de la economía española por culpa de las medidas proteccionistas del franquismo. Hoy estamos en una tasa del 19’79% de paro, recordamos con miedo aquella época en la que rondábamos el 25% (años 1993-1995) cuando la reconversión y el cierre masivo de fábricas multitudinarias propiciaron el fin de un modelo que dejó a España y a Felipe González tocados y hundidos. Sin embargo, hoy no se está produciendo tal fenómeno. Hoy la crisis actúa de otra manera. Hoy España tiene una estructura capaz de hacer frente a una crisis y, sin embargo, la escasez de medidas valientes lo impide. El cambio de modelo, propiciado por Rodrigo Rato al frente de la cartera de Economía, hizo que nuestro sistema productivo pasara al modelo de las PYMES, acabando con la industria faraónica que aglutinaba a miles de trabajadores. Y fue este cambio de modelo el que hizo que entre 1996 y 2006 se creasen más de 800.000 empresas en nuestro país, siendo el total de empresas 3.300.000, por lo que podemos decir que fue este modelo el que generó un cuarto del tejido empresarial español (Datos Ministerio de Economía).
Sin embargo, cada día cierran estas pequeñas empresas y echan a la calle a diez trabajadores que, por escasez de efectivos, no pueden cortar carreteras, ni quemar contenedores, ni hacer presión en sus sindicatos para que los enganchen dentro de sus redes políticas. Y de ahí el problema, de ahí que estemos ante un desempleo que se hace por goteo, de ahí este aumento del paro que va lento pero con paso firme, como un virus que corroe poco a poco el cuerpo y que, ante la ceguera de nuestro Gobierno, amenaza con haber conquistado todo nuestro organismo antes de que empecemos a medicarnos. Esto es la gran muestra de la posición socialista frente al paro: mejor que quiebren 1.000 empresas con dos trabajadores, que una con 500.
Por otro lado, debemos decir que de aquellos barros estos lodos. No podemos hablar de crisis de productividad sin empezar a hablar del modelo empresarial. Pues, si no hubiésemos alimentado durante casi cuarenta años el ego de la empresa faraónica, paternalista y de inversión pública otro gallo cantaría. Además, no debimos dejar nunca la senda de nuestro crecimiento en manos de la cantidad, dejando de un lado la calidad. Porque si algo sangra y lastra nuestro crecimiento, aparte de los bajos índices de empleo, es una productividad históricamente baja que aumenta, no por mejoras tecnológicas, sino por un aumento del capital físico por trabajador (cantidad total de capital invertido entre número total de trabajadores).
Es decir, a día de hoy, España no debe sus aumentos de productividad a un desarrollo científico-tecnológico o a una mejor distribución de los recursos por parte de las empresas. España aumenta la rentabilidad del trabajo sumando dinero, algo que parece no importar cuando sobran los billetes y todo va de perlas, pero que en una crisis como esta, destapa una incapacidad total de competir, tanto a nivel de precios como de salarios. Como ejemplo, si en 2008 se aumentó la contribución de capital en un 1’8%, la productividad del trabajo creció únicamente en un 2% (EUROSTAT).
Pero todo esto tiene un componente social incuestionable. Pues una sociedad que deja partir a sus mejores estudiantes, que no cree en la educación como un sistema de progreso, que escatima dinero para la universidad (como ocurre a día de hoy en Asturias) y que no se atreve a salir del paraguas de la contratación pública masiva (improductiva por naturaleza), nunca podrá sacudirse este sambenito pues el crecimiento económico verdadero no está en la cantidad de dinero aportada, sino en las ideas y en la innovación. De ahí surge un crecimiento económico verdadero y, cuanto más se acentúa esta faceta, menor será el impacto de las crisis económicas.
Ya para cerrar el tema de la productividad, debemos recordar que si nos ponemos manos a la obra en esta faceta lograremos, sin necesidad de grandilocuentes pactos sociales puestos tan de moda por Cándido Méndez y Zapatero, la gran demanda de los trabajadores españoles: trabajar menos horas. Ya que podemos decir que es en los países con una productividad más desarrollada donde más tiempo se dedica al ocio. Según la OCDE, en Holanda, Alemania y Francia se trabajan 1500 horas anualmente por trabajador, mientras que en España son 1775. Sin embargo, son estos países los que primero y mejor están saliendo de la crisis.
Finalmente, y ya para concluir, quiero decir que nada está perdido a día de hoy. Pero pasa el tiempo y, como dice Rodrigo Rato, ese tiempo son personas que quizá nunca recuperemos. Por eso, debemos de hacer una reflexión no sólo económica, sino también moral, acerca de lo que nos ha acercado a esta crisis que hoy vivimos. En el futuro debemos empezar a buscar un verdadero crecimiento sostenible, que no nos dará ninguna ley, encabezado por la coherencia y el sentido común porque la cultura del pelotazo y la inacción son los mejores aliados para sumirnos en otro pozo como en el que hoy estamos hundidos. Nada está perdido, España puede y quiere recuperarse, de ahí que las encuestas den el 17% de ventaja frente al PSOE a la única alternativa económica posible, la del sentido común.
ANDRÉS RUIZ RIESTRA, VICESECRETARIO GENERAL DE NUEVAS GENERACIONES DEL PARTIDO POPULAR DE GIJÓN.
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