En los últimos meses se está
produciendo el debate sobre la elección directa de los alcaldes por parte de
los ciudadanos. Esta es una de las propuestas realizadas por el Partido Popular
en pos de llevar a cabo una necesaria Regeneración Democrática.
Una medida realmente
necesaria para que los alcaldes de todas las poblaciones españolas sean
aquellos que los ciudadanos decidan libremente, y no quien unas personas
elegidas se pongan, entre secretismos y prebendas, de acuerdo en los despachos
de las sedes de aquellos partidos que no han conseguido el apoyo mayoritario de
los conciudadanos.
Sin embargo, la propuesta
parece tener muchos detractores en las bancadas de la oposición. Unos, siguiendo
a su nuevo líder rechazan aquello que llevaron en sus programas durante tres
elecciones consecutivas, desde 2000 a 2008. Otros, con discursos contra el
bipartidismo, ocultan su miedo a dejar de imponer sus políticas a los demás a
cambio de colocar a uno u otro de alcalde.
Incluso hay quien tilda la
medida de antidemocrática, obviando que es lo que ocurre en países “tan poco
democráticos” como Estados Unidos, Francia, Reino Unido o Italia. Algunos como
Francia o Italia utilizan dos vueltas y un sistema de bonus al más votado que
le concede la mayoría absoluta de concejales. En otros como en Reino Unido, hay
dos elecciones, una por la cual se elige a los concejales, y otra en la que se
elige al alcalde.
Cuál va a ser el sistema
elegido para España aún no lo sabemos, aunque debería ser preferentemente uno
consensuado entre la mayor parte de las fuerzas políticas nacionales. En todo
caso, uno en el que el procedimiento sea lógico, transparente y limpio.
También hay quien
argumentará el problema de la ingobernabilidad en el caso de que el partido de gobierno
tenga un grupo municipal que no alcance la mayoría absoluta de concejales. Pero
para rebatirlo no hace falta más que observar el ejemplo del Ayuntamiento de
Oviedo, que ha sido capaz de llevar a cabo su programa, y sacar sus
presupuestos, en base a negociar y pactar, demostrando que donde hay voluntad,
todo puede funcionar.
Este sistema, y cualquiera
de elección directa de alcaldes, necesitaría llevar a cabo otras modificaciones
accesorias que protejan la acción del equipo de gobierno, sin menoscabar las
competencias propias de control y aprobación de ordenanzas y tasas por parte
del Pleno.
Dicho todo esto, parece
obvio que la elección directa de los alcaldes por parte de los ciudadanos es un
síntoma evidente de regeneración democrática y de acercamiento de las
instituciones a los ciudadanos.
JOSE MARIA AGUIRRE GARCIA DE LA NOCEDA, VICESECRETARIO DE
NUEVAS GENERACIONES DEL PARTIDO POPULAR DE GIJÓN.
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