Hoy
toca hablar del concierto, y no precisamente del musical.
Recientemente, en aras del pluralismo o quizá del “pancartismo”
(no busquen la palabra en el diccionario, es cosecha propia,
considérenlo una inversión en I+D lingüística gratuita en tiempos
de crisis) ha saltado en prensa la noticia de la retirada de los
conciertos a los colegios “del
Opus”.
La Consejera de educación, en un ejercicio muy educado, ha decidido
que hay que apostar por la enseñanza pública.
Desgraciadamente,
y pese a que la consejera pueda ser amiga del diccionario de la RAE o
del María Moliner (que sin duda les recomiendo) de definiciones
sobre lo público ha demostrado saber bien poco. La figura del
concierto público se debe a un único principio, en momentos en los
que la Administración tiene el deber de prestar un servicio, y no
tiene mecanismos para financiarlo, o los que tiene no le permiten
hacerlo a corto plazo, se permite realizar a dichas Administraciones
acuerdos de colaboración con empresas privadas ya instauradas con el
fin de ofrecer un servicio subvencionado.
Se
suele dar sobre todo en dos grandes campos, aunque la casuística
puede ser ilimitada, siendo estos la Enseñanza
y la Sanidad.
El concierto no deja de ser un contrato, un acuerdo entre la
Administración y la entidad privada. La Administración marca las
condiciones y el precio, la empresa privada las acepta y se obliga a
realizar el servicio según lo acordado.
De
esta manera, de forma rápida y ágil, la Administración obtiene una
solución inmediata ante una necesidad y Derecho de los ciudadanos.
Muchas veces esa solución es incluso mejor que partiendo de lo
público. Sobre todo por dos grandes motivos o argumentos:
A)
Porque la Administración ahorra
los monumentales costes de una obra pública
con todo lo que esta implica. Expropiación de los terrenos según el
caso, contratación con las empresas que realicen los edificios,
suministro y acondicionamiento de las instalaciones, contratación de
Funcionarios Públicos, etc. Es decir, que se traduce en una opción
a largo plazo demasiado arriesgada para un servicio que se va
amoldando conforme pasa el tiempo. Los núcleos poblacionales pueden
variar, esa obra se puede ver completamente aletargada dados los
impagos de la administración, o la ausencia de alumnos puede motivar
que, pese a estar abiertas sus instalaciones y pagando su personal,
no tenga utilidad ni sentido el servicio con el tiempo. Este último
hecho está ocurriendo en muchas de las Universidades españolas, por
el afán irresponsable de crear sedes de licenciados sin un verdadero
propósito de la demanda real de esos profesionales que preparan.
B)
Porque la Administración acude
a centros con experiencia y personal cualificado.
Es decir, que el colegio con su famoso “know
how”
que tanto gusta usar a los ingleses, aportará unas buenas
instalaciones y profesorado para educar a los jóvenes.
Ambos
motivos son igualmente positivos y ventajosos, máxime en época de
recortes. Como ya hemos visto, para nada se traduce en un peor
servicio, esas empresas docentes privadas muchas veces tienen más de
lo que el erario público permite pagar por alumno.
No
obstante, nuestra Consejera, en un puro ejercicio de “pan
y circo”, engatusa
a sus fieles con una frase ridícula que desluce y mucho su cometido
como representante del área de cultura y formación. Vamos
a apostar por lo público, quitamos el concierto al Opus.
Que desde la Consejería de Cultura se muestre verdadera ignorancia
me horroriza. Primero porque demuestra un afán “pseudochovinista”
(otra mas para el diccionario) desdibujando las instituciones
docentes de la Obra cómo nidos de oración y poco mas. En esos
centros docentes, en los que el redactor tuvo la suerte de formarse,
se enseña matemáticas, dibujo técnico, lengua, filosofía, etc…
etc… con gran éxito formando personas y a su vez logrando pleno en
las pruebas de acceso a la universidad año tras año. Si ese
resultado no es suficientemente merecedor de subvención para dar una
educación puntera a los jóvenes asturianos, permítanme que me ría.
Horroriza igualmente puesto que en la vertiente femenina de estos
colegios, se obtienen los mismos resultados ayudados por las grandes
profesionales que trabajan en dicho centro.
Esto unido a la gran
tasa de fracaso y abandono escolar
que presenta la educación pública, hace que sea incluso un acto
temerario
y negligente
por parte de la consejera, la cual invierte en una fórmula que por
diversos motivos ni funciona, ni da oportunidades en igualdad a los
jóvenes.
Y
dicho esto, podríamos entrar en la igualdad que representa la
gestión socialista de la cultura en Asturias. Quizá sea prudente
citar al predecesor (dentro del PSOE) de nuestra actual Consejera y
su gusto por lo público desde el mangoneo al empresario mas que
privado. Normal que queramos invertir en nuevos centros, dotándolos
de forma tan legal
y limpia
de materiales y mobiliario.
Podríamos
hablar también de la Sentencia
del Tribunal Superior de Justicia de Asturias
que devolvió el concierto a esos mismos colegios hace un par de años
reconociéndoles su plena legitimidad para tenerlo y poder ofrecer a
sus alumnos. Siendo si cabe mas flagrante que el gobierno Socialista,
que se dice de todos, obligue a un centro educativo a pasar por un
verdadero calvario de tramitaciones judiciales draconianas para
obtener lo legítimamente suyo. Nuevamente, vergüenza para la
gestión socialista y sus prácticas oscuras, las cuales conllevan
siempre un sobrecoste para el administrado y un rumbo desorientado
entre eslóganes y pancartas muy bonitas cara a la galería, pero
ineficientes y (conforme la sentencia anteriormente citada reconoce)
contrarias según que casos al Derecho. Atacar empresas asturianas es
contrario a una economía eficiente realizada por unos gestores de
todos.
Desde
aquí mi mas cordial saludo y admiración por todos los profesores de
los mal llamados colegios del “Opus”
en Asturias. Grandes profesionales, mejores personas, y ante todo
verdaderos formadores de los jóvenes que en día de mañana sabrán
pensar por si mismos, y luchar por sus ideas. Gracias, y disculpen a
tan ridícula administradora pública.
ALEJANDRO LÓPEZ FERNÁNDEZ
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