De nuevo en el Congreso Socialista de Sevilla el hasta entonces secretario general, Rodríguez Zapatero, echó la culpa de lo que ha sucedido a la economía española a la crisis internacional. Normalmente eso es lo que se sostiene en los círculos socialistas. Se emplea lo que se puede llamar una correlación. Hasta el año 2007, la economía española continuó el crecimiento que había adquirido a partir de 1996, dentro del rápido movimiento alcista de nuestra economía iniciado en 1959. Y, de pronto, se originó, al par de la crisis de tipo financiero nacida en 2007 en Norteamérica, un derrumbamiento, que ha continuado con claridad hasta el presente 2012. ¿Por qué no enlazar los dos fenómenos?

Conviene en este sentido reiterar que la crisis española estaba larvada ya, y que con déficit colosales como los que se tenían, acompañados de grandes endeudamientos exteriores, hubiera sido imposible evitarla. Lo que es evidente es que la internacional lo agravó todo aun más. De algún modo esto recuerda lo sucedido al comienzo de la II República. En una economía que entonces dependía esencialmente del campo, Marcelino Domingo, con su política de importación de trigo en 1931-1932, lo hunde. Por sí mismo crea una crisis española formidable, que al coexistir con la Gran Depresión iniciada en 1929, aun nos precipita más de la que, de todos modos, nos hundía la propia política económica republicana, que añadía a ello los desatinos de Álvaro de Albornoz en Obras Públicas y las vacilaciones de Prieto en Hacienda.
Cada palo ha de aguantar su vela, y el palo mayor del Gobierno socialista sostiene una vela gigantesca llamada “Depresión”. Y no hay modo de trasladarla a otro mástil.
JUAN VELARDE.
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